Apodos, símbolos de distinción

Los hay de animales, cosas, objetos inanimados, ponderando defectos o exaltando virtudes; algunos se repiten una y otra vez, otros son ingeniosos, algunos más ofensivos y otros lograr arrancar una inevitable sonrisa a todo aquel que los escucha. Son los apodos del futbol mexicano, un país que por su idiosincrasia siempre tiende a ironizar y a burlarse de las personas y las situaciones a fin de buscar el lado amable de la vida.

Manuel Echávarri, primer capitán de los Pumas, logró compilar mil de los sobrenombres más representativos del balompié mexicano, comprendidos entre 1920 y el 2000.

Durante siete años trabajó en sus horas libres para agruparlos en diferentes categorías como: alimentos y bebidas, nacionalidades, animales, cosas y objetos, diminutivos y familiares de cariño, según la edad, gentilicios y lugar de origen, oficios y profesión, parentescos, particularidades anatómicas y psicológicas y otros.

Su investigación aún no ha sido publicada, pero afirma que este gran trabajo lo realizó por el amor que siente hacia el futbol y todos aquellos personajes que formaron parte de una época que parece perdida en la memoria actual.

"Desde niño tuve un gran cariño por el futbol mexicano, tanto es así que hice álbumes con la historia de los clubes más importante y los héroes de aquellas época aromática. Hace unos ocho años me surgió la idea de compilar los apodos, de organizarlos y clasificarlos. Todo fue por gusto de revisar mis álbumes", comenta.

AYUDAN A LA INTEGRACION

Más allá de formar parte de la cultura mexicana e independientemente de ser despectivos o de cariño, los apodos para "resaltar" los defectos o cualidades de las personas, son un factor de integración e identificación al interior de un grupo, y en el caso de algunos deportes o en los toros, son casi imprescindibles, dice el escritor Germán Dehesa.

Hablarse con apodos, comenta Dehesa, refleja cierta intimidad entre varios individuos para quienes el aprecio o su contraparte se mide precisamente por el sobrenombre que cada uno tiene.

"Creo que aún en el caso de tener una carga despectiva, (con los apodos) hay una forma de intimidad. Para el mundo eres tal persona, pero aquí, en este grupo o cofradía no. (Asignar un apodo) es como un rito de iniciación, un nuevo bautizo que se recibe a partir de la aceptación en un grupo, queriéndome, odiándome, o teniéndome envidia. Lo valioso es que en el momento en que me ponen un apodo es porque me aceptan", expresa Dehesa.

"(En los deportes) hay una plena conciencia de que eres uno en la vida real, pero al momento de ingresar a ese escenario tan intenso (ruedo, cancha o ring), donde...

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