Apantallan en grande

AutorSarayd Luna

Para los gourmets el cine tal vez cobró importancia hasta 1925, cuando Charles Chaplin comía sus zapatos con cubiertos y sus agujetas como si fueran suculentos espaguetis en una escena de La quimera del oro.

Sin embargo, desde que el séptimo arte nació en 1895, la comida estuvo frente a las cámaras, ya que en las primeras imágenes de los hermanos Lumiére, inventores del cinematógrafo, un pequeño comía y convidaba a los espectadores.

A partir de entonces, westerns, películas de terror, animación o ciencia ficción, han hecho salivar a los que ocupan las butacas.

Se le ha dado tal importancia a la gastronomía, que algunos de los momentos memorables de la gran pantalla están aderezados con platillos.

De ahí que en un Dely, Michael Corleone (Al Pacino) le dispare al capo que había atentado contra su padre, el cual cae sobre un stracotto a la piamontesa o "la mejor ternera de Nueva York" en El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972).

"La gastronomía, al igual que el cine, apela a los sentidos. Se habla de películas que incluso se pueden oler o saborear, en ese sentido, la conexión entre gastronomía y cine ha sabido ampliar el placer de comer hasta la pantalla", dice Gustavo Moheno, crítico de cine.

¡Luces, cámara... sabor!

Cada vez más, los alimentos hacen fila con la maquillista para lucir como guapos actores; esto hace que su aroma llegue hasta los cinéfilos perdidos en la oscuridad.

Cuántos no muerden, en su imaginación, la hamburguesa que Vincent Vega (John Travolta) disfruta en Tiempos Violentos (Quentin Tarantino, 1994) o salivan con los banquetes de La edad de la inocencia (1993) para la que el director Martin Scorsese contrató a varios chefs.

Para Rafael Aviña, crítico de cine, en las cintas con sabor destacan personajes como James Bond, gran conocedor de vinos, o Frank Chambers (Jack Nicholson) y Cora Papadakis (Jessica Lange) haciendo el amor embadurnados de harina sobre la mesa de un restaurante en El cartero llama dos veces (Bob Rafelson, 1981).

"Hay películas donde el pretexto es una cena: Sabes quién viene a cenar (Stanley Kramer, 1967) y Cena a las ocho (George Cukor, 1933).

"También se puede pensar en restaurantes o sitios famosos como la nevería La bella Italia, en Mariana, Mariana (Alberto Isaac, 1987) o el café restaurante del Empire Estate Building en Sintonía de amor (Nora Ephron, 1993)", comenta.

Y no se pueden olvidar aquellos excesos como El Cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (Peter Greenaway, 1989) o Delicatessen...

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