Angustia y engaño

AutorJulio Pérez

Una llamada telefónica y la buena credulidad de una adolescente bastaron para ganar horas de angustia a una familia.

El miedo para los Aguirre Benavides -como pidieron ser identificados- comenzó a las 17:30 horas del pasado miércoles 20 de marzo.

El celular de Mariana Benavides, madre de familia, sonó. Un número desconocido para ella aparecía en la pantalla.

Al contestar, la mujer escuchó la voz de un hombre que se identificó como comandante de los Zetas.

-Sé que su esposo es contador, tengo a tu hija Alicia, si quieres verla viva me vas a dar 300 mil pesos.

-Oiga, yo no tengo tanto dinero -aseguró Mariana.

-Usted es maestra, su esposo es contador, sí tienen ese dinero, no me diga que no -le respondió el hombre.

Seguido de la exigencia, el "comandante" le dio la descripción de Alicia, quien tiene 15 años, y detalles de la ropa que vestía ese día.

Apenas terminó, Marina llamó a su esposo Marcos Aguirre y le contó lo ocurrido.

El horror de la pareja creció cuando no pudieron contactar a su hija. El celular de Alicia enviaba las llamadas directo al buzón de voz.

Horas más tarde el "comandante" volvió a llamar. Marcos contestó la llamada esta vez.

Con la promesa de que la menor estaba bien, el delincuente negoció e incluso le propuso ponerla al teléfono.

La única condición era que, antes de hablar con la menor, tenía que colgar y esperar una nueva llamada.

"Yo pude hablar con mi hija, pero el de los Zetas me dijo 'dile que todos están bien y que no le va a pasar nada'", recordó.

Los padres de Alicia lograron reunir 23 mil pesos y recibieron la indicación de depositarlos en una cuenta bancaria, pero el número de ésta no era válido.

A cambio tuvieron que realizar recargas de mil pesos a 10 números de celulares que el "comandante" les proporcionó y dejaron otros 4 mil en un bote de basura en el Centro de Tlaquepaque.

La madrugada del jueves decidieron acercarse a la Fiscalía Central.

El agente les dijo sin dudar que eran víctimas de una extorsión y que su hija no se encontraba secuestrada, sino que debía estar en un hotel cercano al sitio donde dejaron el dinero.

La plática los tranquilizó, pero no logró aliviar por completo el temor.

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