Andrés Manuel López Obrador: El candidato amarillo

AutorManuel Durán y Edgar Félix

Fotos: Gunther Sahagún

Antes de las seis de la mañana, Copilco tiene ese aire del trópico mexicano: calles solas, pocos autos, silente, ambiente húmedo...

A esa hora, Andrés Manuel López Obrador sale de su departamento rumbo al zócalo de la Ciudad de México. Durante casi 20 minutos de trayecto entra paulatinamente a una realidad caracterizada por ruido, contaminación y estrés. El caos citadino lo recibe semáforo tras semáforo mientras escucha las noticias en radio y sus colaboradores le informan vía celular los titulares del día. Es un hombre que minuto a minuto tiene el pulso de lo que dicen y escriben los medios de comunicación.

Poco antes de llegar a la 20 de Noviembre, la última calle de su cotidiana viaje matutino, Andrés Manuel lleva respuestas bajo el brazo para las posibles preguntas de los reporteros. Nada fácil el ruedo al que se avienta el tabasqueño donde lo embisten unos 30 periodistas. Hay insistencia, gritos, descontrol, agresividad, solidaridad y hasta defensa en las posiciones que han mantenido cerca de 230 reporteros que han desfilado por esta ceremonia de frases premeditadas, durante cuatro años y medio de gobierno.

El lenguaje corporal de Andrés Manuel es lo más importante. Se convierte en un escudo cuando se repliega. Se queda muy quieto, sin expresar gesticulaciones, cuando lo quieren llevar a terrenos fangosos. En piso arenoso y suave se deja llevar de la mano, muy sonriente. Sus largas pausas ganan imagen en televisión. Sabe dónde están las cámaras y los canales que lo afocan. Las ve, les coquetea, habla con ellas directamente. Basta un gesto para conceder una respuesta, un manotazo para decir no, un ademán de batazo beisbolero -la pasión de Andrés Manuel- para pasar a otra pregunta, un dedo índice meneándose de un lado a otro para soltar carcajadas y suavizar posiciones: "Lo que diga mi dedito", dice. Andrés Manuel sabe manejar a los medios de comunicación.

Cuando hay que responder declaraciones del presidente Vicente Fox o de sus oponentes como Santiago Creel y Roberto Madrazo, las preguntas son redundantes: intentan pegar y rasgar. Otras ponen trampas, pero el jefe de Gobierno salva todo. Sabe quiénes están, quiénes se fueron, posibles preguntas, posiciones de algunos medios. Es una ceremonia de la habilidad del jefe de Gobierno en zona adversa. Dice la frase que quieren escuchar; ha aprendido a dar "la nota". Es un político que conoce a los medios y los usa.

Para llegar a este grado de conocimiento le han bastado casi 16 años. En 1989, cuando era dirigente del PRD en Tabasco, arribaba a las oficinas ubicadas en Monterrey, número 50, con un morral chontal colgado al hombro. Temprano, con los primeros rayos del sol, apenas se bajaba del camión que lo traía de su tierra o proveniente del departamento de Copilco que ya pagaba en mensualidades. Pasaba desapercibido en ese entonces. Prácticamente nadie lo conocía.

Por aquellos años otros eran los protagonistas de la izquierda mexicana. Cuauhtémoc Cárdenas ensombrecía todo donde se paraba. Porfirio Muñoz Ledo tenía un fuerte cartel. Heberto Castillo declaraba y se autodesmentía, Roberto Robles Garnica, Jesús Ortega Martínez, Mario Saucedo, Raymundo Cárdenas. Eran los días en que nacía la izquierda mexicana con la Corriente Democrática del PRI, de donde provenía Andrés Manuel López Obrador, y con los comunistas que se sumaban al proceso en donde chocaban posiciones, corrientes, ideologías y carreras. Aquella amalgama de corrientes provenientes del PRI y la izquierda fue la primera piedra en el camino para Andrés Manuel, quien había sido presidente del PRI en Tabasco y donde había militado 12 años.

Al finalizar la década de los ochenta, Andrés Manuel estaba deseoso de informarse sobre todo lo que hacían los perredistas de la época. "Andrés Manuel encendía un cigarro Raleigh, con filtro, que sigue fumando hasta ahora, mientras tomaba nota, puntual de las últimas declaraciones, las posiciones, los escenarios", recuerda ahora Raúl Correa, quien fuera reportero en esos años y ahora es subdirector de análisis del área de comunicación social del gobierno del DF. "Me reporteaba", explica.

Era el Andrés Manuel que iba y venía constantemente de su tierra para denunciar un presunto fraude electoral ocurrido en el proceso local de 1988 en el que había contendido como candidato a gobernador de Tabasco contra su oponente priista, Salvador Neme Castillo.

Fue también en los primeros meses de 1989 cuando se realizó en el cine de San Cosme una de las asambleas nacionales del PRD. Cuauhtémoc Cárdenas en ese acto destacaba la fuerza del PRD, la pluralidad, la democracia. Después de una pausa en su discurso volteó hacia donde estaba Andrés Manuel. Todos observaron al tabasqueño. Se encontraba en la parte baja, rodeado de decenas de perredistas. Se refirió a él por nombre y apellido. La mayoría estuvo atento a la escena. Cárdenas Solórzano lo proponía como consejero nacional.

Cinco años después, en 1994, López Obrador ya...

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