Andrés Clariond Rangel / Longevos al ataque

AutorAndrés Clariond Rangel

Es una tradición en México que durante su último año en el poder el Presidente pierde notoriedad y cede los reflectores a quien lo va a suceder.

Sin embargo, la disparidad entre la atención que recibe López Obrador y la que se le concede a Peña Nieto es un fenómeno nunca antes visto. El Peje tumba al Peso, pone a temblar a inversionistas, moviliza multitudes y de Peña pocos se acuerdan.

Al pobre de Enrique (en sentido figurado obviamente) la gente ya ni siquiera lo considera digno de burlas o memes. Es tanta su necesidad de atención que el todavía Presidente fue y se estrelló contra una puerta para ver si así era noticia.

Irónicamente, Peña añora aquellos tiempos en los que las redes sociales se burlaban de su concepción de la relatividad del tiempo o de su mala pronunciación en inglés.

El dominio total del Peje podría ser consecuencia de su avasallador triunfo y los 30 millones de votos que lo sustentan. O bien podría deberse a una necesidad de los mexicanos de hacer desaparecer al impresentable de EPN.

También podría ser producto de los años que lleva AMLO bajo los reflectores o a que con un Congreso morenista, Andrés Manuel ya es quien trae el sartén por el mango en el País.

Las diferencias entre el esposo de "La Gaviota" y el de Beatriz son muchas. Algunas de ellas, como la sencillez y ausencia de protocolos de AMLO, se agradecen, otras, como su necedad de viajar en aviones comerciales, preocupan, y otras más pasan al lado de lo anecdótico.

Por ejemplo, el humor retro del Peje del estilo "me canso ganso" que causa cierta ternura en la juventud al verlo como el chistorete de un adulto mayor.

Es imposible ignorar el paso que dará México de un Gobierno instalado en un jardín de niños a uno que se gesta en un salón de maestros jubilados. Ahí está la rueda de prensa para avisar sobre el destino fatal del NAIM liderada por cabecitas de algodón, voces carrasposas y de lenta desenvoltura. Sólo faltó algún periodista que iniciara su pregunta con "Di por qué, dime, abuelito".

Parecería que después del regadero de juguetes, dulces y comida en que convirtieron al País los pequeños Quique Peña, Luisito Videgaray, Mickey Osorio Chong y su pandilla, entraran unos lindos viejecitos a recoger y poner los objetos en su lugar.

México llegará a la cuarta transformación de la mano de la tercera edad en una especie de refrito de Porfirio Díaz y sus científicos. ¿Pero, cuál será el beneficio de contar con un Gobierno de viejos? ¿Su cúmulo de conocimientos? Al...

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