Andrés Clariond Rangel / Mediocridad legislativa

AutorAndrés Clariond Rangel

Acostumbrado a ver anuncios panorámicos de su refresco favorito, de la nueva película de Disney o de parajes vacacionales, Pepito no logra comprender qué significa la inmensa foto del Diputado federal Héctor Gutiérrez abrazando (¿rescatando?) a una anciana, o la del legislador local Francisco Cienfuegos con camisa arremangada y pecho enardecido.

La confusión lo invade. El discurso dominante de los superhéroes entre los niños lo lleva automáticamente a preguntarse si no se trata de los mismísimos Clark Kent y Peter Parker antes de emprender el vuelo.

El séptimo anuncio con el mismo contenido lo arma del valor de preguntar. Dando un volantazo, su madre se lamenta de no haberle instalado vidrios polarizados al carro. ¿Cómo puede Pepito comparar a esos personajes con nobles salvadores del planeta?

La mayoría de las encuestas sitúa a los legisladores en los últimos lugares de popularidad.

Si los políticos son una especie odiada en México, los Diputados y Senadores habitan las profundidades de ese grupo. No es de extrañarse que verlos retratados en esas dimensiones le alborote la úlcera a cualquiera.

Si de ofertar indeseados se trata, no estaría mal subir la loma apreciando una enorme fotografía del "Chapo" Guzmán o tomar la Carretera Nacional flanqueado por un anuncio con la imagen de Caro Quintero.

¿Por qué provocan tanto odio los legisladores? ¿Será porque son la suma de muchos políticos escondidos detrás del anonimato de un grupo?

Mientras que la gente hace catarsis insultando a Gobernadores y Alcaldes que deben dar la cara, acumula el coraje hacia Diputados y Senadores que se pierden en la masa y sólo asumen su individualidad para hacerse publicidad.

La molestia popular generada por los hacedores de leyes en México no sólo se debe a que prorrateen su mala fama, sino también a su mediocre desempeño.

Existen tres categorías de legisladores: 1) el ideal, casi utópico actualmente, de quien legisla pensando en la gente; 2) aquellos que legislan apegados a su ideología; y 3) quienes hacen leyes al mejor postor, llámese Gobernador, Presidente, empresario o partido político.

La primera categoría representa el deber ser: un individuo que no haga caso a sus ambiciones personales, filiaciones, pasiones y creencias. Alguien con la objetividad y buen juicio para tomar decisiones que favorezcan a la gente, al Estado y al País. Desgraciadamente un legislador así tramita en automático el acta de defunción de su carrera política. Por eso se trata de una...

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