Andrés de Luna / Los borrachos cantores

AutorAndrés de Luna

Son las doce de la noche, el tiempo en que los escritores de novelas de fantasmas ubicaban la aparición de los espectros. En plena colonia Condesa, ruidos de máquinas y de barrenderos forman parte de la cotidianeidad. Ellos se encargan de mantener limpio este espacio verde. La contraparte está dada por la mañana y durante todos los días: los "franeleros" son los dueños del parque. Ya se sabe que colocan sus botes y cubetas, apartan lugares, pelean con los automovilistas si alguien osa retirarse sin la consabida propina. Son los reyes asentados en la esquina de Avenida México y Michoacán. Los tipos tienen un sello distintivo: son alcohólicos y les gusta el canto. Bien podría hacerse un coro de los borrachos del Parque México. Inician sus festines antes de las once horas; a veces traen bolsas con hielos, compran sus anforitas y las agregan a sus refrescos. Beben sin interrupciones, con el placer que otorga la impunidad. Varios de ellos han estado a la sombra de las cárceles nacionales. Ahora permanecen en un estado que semeja la felicidad. Ahogados de licor, trastabillantes y con un lenguaje propio de diputados de todos los institutos políticos o del célebre Kamel, son los amos de un sitio que antes era un enclave familiar. Los borrachos practican, sin conocer los textos de Diógenes o las disquisiciones contemporáneas de Onfray, el cinismo, duermen sus sueños etílicos en cualquier sitio. A media tarde, ya reposados y con más bríos se dan "a la cantada". Además colocan automóviles en entradas...

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