ANDAR Y VER / Vacunas metafísicas

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

"Un monstruo admirable". Así describe Cioran a Guido Ceronetti. No eran muy amigos pero hablaban por teléfono, se carteaban. Desde que lo vio por primera vez, Cioran encontró angustia, desolación, un "aire de apátrida, de aislamiento fundamental, de predestinación al exilio". Al ver comer a este fanático del vegetarianismo, Cioran, hombre de dieta rigurosa, se sentía un caníbal. Ahí estaba la primera insumisión del italiano: "no comer como los demás es aún más grave que no pensar como ellos". No puedo imaginar a Guido entrando a una farmacia, decía Cioran. La salud por vía química le repugnaba. La prolongación ortopédica de la vida era para él la peor humillación de la medicina. La peste de la higiene es una sociedad repleta de viejos artificiales: ancianos sin sabiduría.

A finales de los años 70 Ceronetti publicó sus notas sobre el cuerpo. Acantilado las ha publicado junto con otras obras del ensayista italiano. Se trata de una libreta que recoge desordenadamente lecturas y reflexiones, al modo de los cuadernos del pesimista rumano. Ceronetti se resiste a la expropiación medicinal del cuerpo. El cuerpo es revelación.

Las carnes no sólo nos contienen: nos muestran.

Le damos la espalda al cuerpo con jabones, vacunas, aspirinas, bisturís y anestesias. Ceronetti nos confronta con el cuerpo que muere, que duele, que apesta.

La vida es solo el retraso de nuestra inevitable podredumbre. Bajo la piel se escenifica un drama que llama a su cronista: las secreciones susurran, los órganos callan, la sangre circula, las bacterias pelean, las células revientan, los cromosomas se imponen como destino.

Ceronetti no se lamenta, como su admirado Cioran, de los "inconvenientes de haber nacido", sino más bien de las obstrucciones a la Muerte. Morir naturalmente será cada vez más difícil, dice.

Morimos en camas extrañas, en hospitales desinfectados, en ambulancias chillantes. Nuestra muerte se ha convertido en otro producto de la industria.

"Entre tantas vacunas superfluas como existen, las únicas indispensables son las metafísicas, descubiertas en tiempos remotos, y que ahora ya se han hecho inencontrables. Vacunaos con lo metafísico, y dejad que el fuego venga y juzgue".

Las notas y aforismos de Ceronetti hacen irrelevante el comentario. Sólo sirve la cita:

El optimismo es como el óxido de carbono: mata dejando sobre los cadáveres una impronta rosa.

Las mujeres tienen...

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