Andar y Ver / El sueño y la ciudad

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Gracias a Julio Trujillo regreso a Adam Zagajewski. Hace unos años lo descubrí por accidente. No sabía nada de él, pero la recomendación de El acantilado y el título resultaban insinuaciones persuasivas. Así leí su Defensa del fervor sin anticipo del poeta que me encontraría en ese volumen de ensayos notables. El humor y la ligereza eran eficaces vías de elevación. Un ensayista alegre y, al mismo tiempo, grave. Ahora leo Antenas, un breve libro de poemas y Dos ciudades, una colección de ensayos líricos, bocetos autobiográficos, fábulas y aforismos.

El poeta sostiene que, si su vida hubiera terminado a los ocho meses, los matemáticos habrían quedado satisfechos por la observancia de una justa simetría. Habría sido perfecto: los primeros cuatro meses de vida en su ciudad natal de Lvov; los últimos cuatro meses en la horrible ciudad industrial de Gliwice. Zagajewski sobrevivió ese dictado de la proporción pero se ha sentido doblado por esas presencias: un paraíso casi intrauterino y un monstruo de hierro y fábricas. La escritura de este hombre al que es difícil asignar pasaporte está marcada por la falta de hogar. No es una literatura melancólica sino, por el contrario, dichosa y tranquila. El éxodo como fuente de ecuanimidad.

Hay sedentarios, emigrantes y hombres sin hogar. Soy de éstos últimos, dice Zagajewski: no puedo situar una cuadra en el planeta, ubicar ahí una esquina donde colocar la casa de mi recuerdo. Será por eso que su adhesión al mundo es musical. Los animales de polis tendrán cuadros, esculturas y, obviamente edificios para hospedar sus memorias entrañables. Nosotros, incapaces de ubicar nuestro domicilio emocional, tenemos sonatas, canciones, conciertos. "La música ha sido creada para la gente sin hogar porque es el arte que menos unido está a un lugar concreto. Es sospechosamente cosmopolita." La poesía de Zagajewski está ligada por ello a la vivencia de extranjería: humos, nubes, sueño y a la música.

Entre el ordenador, el lápiz

y la máquina de escribir se

me escapa medio día.

Algún día sumará medio

siglo.

Vivo en ciudades extranjeras

y a veces con personas

extranjeras hablo

sobre cosas que me son

extrañas.

Escucho mucha música:

Bach, Mahler, Chopin,

Shostakovich.

En ella encuentro tres

elementos, fuerza debilidad

y dolor.

El cuarto no tiene nombre.

La nación de la memoria es

sonora. Acordes, recuerdos.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR