Andar y Ver / Imposturas cinematográficas

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Una de las sorpresas de la cartelera es el éxito de una película que lleva ya varias semanas en los cines. Se vende como una película sobre física cuántica. El título es un buen anzuelo: ¿Y tú qué @#< sabes?

La cinta sigue una línea dramática pueril, atravesada por un coctel de entrevistas con dizque científicos y místicos que brincan entre temas inconexos. Un documental melodramático que narra el encuentro feliz con la física cuántica -o con lo que los editores de la película hacen pasar por física cuántica- como una experiencia mística.

El personaje protagónico, interpretado por Marlee Matlin, llega a la conclusión de que la física cuántica es una especie de antidepresivo. Si la mecánica de las pequeñísimas partículas es un mundo de "posibilidades", sólo es necesario abrir la conciencia para lograr que suceda lo que uno quiera. Literalmente lo que uno quiera: hasta caminar en el agua. Si alguien se propone caminar sobre una piscina con todas las fibras de su cuerpo, con todas sus células, con todos sus átomos, flotará sobre el agua y avanzará.

La narración es tediosa, las actuaciones rancias, el humor ridículo, los efectos especiales chabacanos. Pero no son defectos cinematográficos lo que más choca de esta película. Es su deshonestidad. La irritación que provoca proviene de esa indignación frente al engaño. Decía John Locke que la mejor manera de defender lo ilógico era cubrirlo de oscuridad y nombrarlo con palabras altisonantes. "Sólo la oscuridad, decía, puede servir de defensa a lo que es absurdo". Desconocía el poder de la simplificación para difundir el engaño. No se percataba que el entendimiento superficial de lo complejo ofrece también sus servicios a los impostores. Los creadores de esta película no llenaron la pantalla de palabras largas y teorías enigmáticas. Extrajeron de la física cuántica y de la neurofisiología unas cuantas ideas que torcieron con todo gusto. La ciencia degradada a fraseología.

La película brinca de la ficción de la fotógrafa a las disertaciones de los iluminados; de la física cuántica a Dios; de la neurofisiología a la autoayuda. En alguno de esos saltos la película afirma que no hay tal cosa como realidad objetiva, que todo el mundo es, literalmente, producto de nuestra mente, de nuestra conciencia, que no hay diferencia sustancial entre nuestra imaginación y la realidad.

Una de las "pruebas" del poder infinito de la mente que muestra esta película está en los "experimentos" de un tal Masaru Emoto. El...

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