Ana Laura Magaloni Kerpel / Nuestra indolencia

AutorAna Laura Magaloni Kerpel

Dos imágenes de estos días me han conmovido al extremo. Son imágenes opuestas pero ambas retratan a un mismo país, a una misma sociedad. Es el país de una sociedad indolente, autocontenida, con poca empatía con el dolor de otros y muy poco solidaria. También es el país de una élite, muy acomodada, en donde, en realidad, todo este dolor es "de los otros", no nos quita el sueño. No nos indigna lo suficiente.

La primera imagen es de esta jovencita, de no más de 20 años, que acudió el martes pasado a la Parroquia de San Gerardo, en Iguala, para llenar una ficha para ver si el ADN de alguno de los cadáveres recientemente encontrados en las fosas clandestinas de esa zona coincide con el de su marido, que desapareció hace dos años. La jovencita, explica ante las cámaras de televisión, lo ha buscado incesantemente todo este tiempo. Las autoridades no han hecho nada al respecto. La ventana de oportunidad se abrió cuando, buscando a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, encontraron a "estos otros", determinaron su ADN y, quizá, uno sea su marido. Junto a esta jovencita, había muchas otras personas en la Parroquia de San Gerardo en la misma situación: esperando que el ADN de alguno de los cadáveres encontrados sea el de su hijo o su esposo para poder, al menos, terminar la búsqueda y comenzar el duelo. ¿Por qué la tragedia de todas estas personas ha sido prácticamente invisible para el debate público y las agendas gubernamentales?

La segunda imagen tiene que ver con los dos testimonios de los actores materiales de la cremación de los que quizá sean los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Las imágenes se hicieron públicas durante la conferencia de prensa del procurador Jesús Murillo Karam el viernes pasado. Lo que más me impresiona de esos testimonios es que describen una escena de horror como si estuviesen hablando de un trabajo cotidiano, monótono, sin importancia. Los cadáveres, para ellos, eran casi como costales de papas que movían de un lado a otro. No se siente en el tono de su voz ningún remordimiento, vergüenza o, siquiera, enojo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR