'Yo Amo a Lucy': Un amor de 50 años

AutorJoyce Millman

The NY Times News Service

Lo que se ama de Yo Amo a Lucy es que es uno de los elementos constantes de la vida. En las altas horas de las noches insomnes se puede sintonizar la televisión a los canales satelitales y encontrar a Lucy Ricardo en alguna parte, siendo atacada por una gigantezca hogaza de pan horneado en casa, o con la cabeza atorada en una copa que se entregará como premio, o dando grandes tragos de Vitametavegamina para un comercial de televisión hasta que queda completamente borracha.

La sociedad ha cambiado desde el 15 de octubre de 1951, cuando la serie Yo Amo a Lucy se estrenó en la cadena de televisión CBS. A diferencia de Lucy Ricardo, las mujeres tienen la libertad de buscar desarrollo profesional y no llaman a sus maridos "señor". A pesar de eso, es difícil no amar a Lucy.

¿Por qué? Porque Yo Amo a Lucy es fantástica e inmortalmente graciosa. La serie recibía su impulso de una dinámica cómica básica: dos parejas, cuatro personalidades -una Lucy (Lucille Ball) deseosa de ser el centro de atención, un machista Ricky (Desi Arnaz, el esposo de Ball en la vida real), una Ethel (Vivian Vance) en conflicto, y Fred (William Frawley), el irascible esposo de Ethel- combinándose y separándose como las piezas en su rompecabezas infantil, creando patrones de posibilidades cómicas.

Yo Amo a Lucy giraba sobretodo alrededor de Lucy contra Ricky, pero también alrededor de Lucy contra Ethel; vecinas en el mismo edificio de departamentos, incesablemente se peleaban y reconciliaban, con frecuencia atrayendo a Ricky y Fred al zafarrancho.

Yo Amo a Lucy casi nunca era lacrimógena (el innovador episodio de 1952 en el que Lucy se convirtió en el primer personaje televisivo en anunciar que estaba "encinta" fue una notable excepción), y nunca sermoneadora o incómodamente dramática. Pertenecía a una época antes de que las comedias de situación se sintieran obligadas a psicoanalizar a los personajes ficticios, y antes de que los espectadores se acostumbraran a los torpes mensajes de "curación" en las comedias.

Con ello no se quiere decir que Yo Amo a Lucy no tuviera un propósito terapéutico; es indudable que fue una distracción muy bien recibida de los temores y tensiones de la época: la Guerra Fría, la bomba, la cacería de brujas desatada por la persecución de comunistas estadounidenses del Senador McCarthy.

Viendo Yo Amo a Lucy hoy en día, uno se da cuenta de lo compleja que era realmente Lucy Ricardo. Esa complejidad es lo que convierte a este...

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