Reportaje/ AMIA: Una historia encubierta

AutorAlejandro Pairone

Los servicios de inteligencia de la Argentina sabían con mucha anticipación que el 18 de julio de 1994 una célula terrorista iba a producir un atentado, en el centro de Buenos Aires, contra la Sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), donde 85 personas murieron y otras 300 resultaron gravemente heridas. Lo sabían porque no sólo habían infiltrado al grupo agresor, sino que, como todo indica, le proveyeron logística y protección con el fin de desbaratar el ataque apenas antes de que ocurriese. Pero, a último momento, cometieron un error y los resultados son los conocidos.

Pero esto no es todo. Tras el atentado, y con la intención de ocultar semejante bochorno y el escándalo internacional, sectores del Poder Judicial, de inteligencia y de sucesivos Gobiernos argentinos montaron una maquinaria de encubrimiento tan poderosa y eficaz que hoy, ocho años y seis meses después, se sabe lo mismo que se sabía el 25 de julio de 1994, apenas siete días después de la masacre en la entidad judía.

El encubrimiento se montó para entorpecer la investigación, sembrado de pistas falsas, testigos inventados, desaparición y destrucción de pruebas, expedientes secretos, causas judiciales paralelas, intervenciones telefónicas clandestinas, pago de sobornos para comprar declaraciones y extorsión a testigos, por citar algunas.

Así lo denunciaron a REFORMA, entre otros, ex altos funcionarios del Gobierno argentino, agentes de inteligencia, fiscales, abogados de las víctimas, patrocinantes de algunos de los acusados y hasta un ex importante funcionario del juzgado que investiga el atentado, quien renunció a su cargo al tomar conocimiento de las maniobras de protección y encubrimiento (ver entrevista aparte).

Sus testimonios se sostienen por su prestigio público, pero también con expedientes judiciales, denuncias públicas, fotografías, escuchas telefónicas legales e ilegales y videos clandestinos, a muchos de los cuales tuvo acceso REFORMA.

Error de inteligencia

A las 9:53 del lunes 18 de julio de 1994, un coche-bomba cargado con 300 kilos de amonal estalló frente al edificio de seis pisos que albergaba a la AMIA. En un radio de 50 metros la devastación fue total. Al menos 85 personas murieron (no existe precisión) y otras 300 fueron heridas; muchas de ellas jamás podrán reponerse de las mutilaciones sufridas.

Junto con el de la Embajada de Israel, ocurrido el 17 de marzo de 1992 (30 muertos, 80 heridos), fue el mayor atentado terrorista sufrido por la...

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