Sueño americano / De mojado a ruletero

Más de seis ocasiones intentó pasar del otro lado pero y cuando por fin lo logró, se dio cuenta de lo triste que es estar lejos de su tierra y empujado por una bandera y el Himno Nacional mejor se regresó a su querido Ecatepec.

Juan Sánchez tenía un gran sentimiento de culpa e incertidumbre al ver la pobreza en la que vivían; su padre eran conductor de taxi en el DF, pero a pesar de que trabajaba hasta 18 horas al día apenas les alcanzaba el dinero para entregar la cuenta, por lo que su madre tenía que lavar ropa ajena.

Sus cuatro hermanos sufrían para adquirir los útiles escolares y uniformes, por lo que Juan pensó en muchas ocasiones dejar la escuela y más aun cuando su vecino Sergio llegaba en la temporada de Navidad al barrio de San Agustín, después de trabajar todo el año en los Angeles, California, repleto de maletas y dólares.

"Qué onda Checo, cómo le haces para tener tanta lana, si te fuiste bien jodido pa'l otro lado. Yo necesito echarle la mano a mi mamá que se jode toda la semana y mi papá ya está medio ciego y tiene que andar manejando en las noches", preguntaba Juan a su cuate llegado de los Estados Unidos.

Como buen farol Sergio le decía que del otro lado llegaba el dinero con sólo estirar la mano y que él con sólo trabajar mediodía recibía hasta el doble de lo que ganaban sus padres juntos, aunque le doliera la columna vertebral de sólo acordarse de las largas horas bajo el rayo del sol en la pizca del algodón.

Durante esos días tenían que aguantar al capataz de la hacienda donde trabajaba y largas horas de hambre, para ahorrar el dinero que le pagaban, pero eso si cuando llegaba a México se daba vida de rey.

Juan le preguntó a su mojado amigo cómo le podía hacer y para dónde irse, pero sólo recibió algunos consejos.

Apenas había terminado la secundaria y se largo sin pedir permiso a sus padres; llegó a la frontera y durante los primeros tres días que pasó en Tijuana se gastó hasta el último centavo que tenía.

Buscó de varias formas pasar al otro lado pero nadie lo quería ayudar, hasta que se atrevió a cruzar...

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