Sueños de altura ( I )

AutorRicardo Coello

PRIMERA DE DOS PARTES

A finales de febrero de 1989, la pareja de montañistas mexicanos, Carlos Carsolio y Elsa Avila, partieron rumbo a Nepal para intentar el ascenso sin oxígeno a la montaña más alta del mundo, el Everest.

En una humilde casa en Naucalpan, Estado de México, Alicia Carrillo de Santiago, entonces con 18 años de edad, seguía a través de la radio la travesía de la pareja. Desde ese momento se fijó su meta, aún a pesar de no contar con el don de la vista: se propuso ascender una montaña para demostrarle a todos su fuerza de voluntad y su carácter, sin importar las limitantes físicas.

"Hay que ponerse metas, y dije: si ellos pueden (los Carsolio) yo también, aunque no aspiraba a una montaña como el Popocatépetl sino a alguna montaña más baja, como de unos 3 mil metros, pensaba que al Popo no iba a poder, y además algunas personas me decían que eso era para personas que sí podían ver.

"Un maestro del Comité Internacional Pro-ciegos, Carlos Mergol, me dijo que el montañismo me podría llamar la atención, pero que jamás iba a subir".

Ella no desistió. Se puso en contacto con Miguel Aguirre (q.e.p.d), el locutor de cuya voz escuchó la narración de los Carsolio, y éste la puso en contacto con José María Aguayo, presidente del Club Alpino Mexicano, y comenzó todo.

"Por el radio me contestaban las cartas, hasta que llegó el día en que me anunciaron que todo estaba listo para iniciar el ascenso. Sentí padrísimo, otros montañistas empiezan con montañas más pequeñas como el Ajusco o el Nevado de Toluca, y yo en mi primera vez al Popo, sentí mucha emoción".

El ascenso se logró el 10 de junio de 1990 con la ayuda de diferentes miembros del Club Alpino, así como de rescatistas del ERUM. Entre todos, guiaron a Alicia a conseguir la cima del volcán.

La ayuda de Aguirre no terminó ahí. Por medio del radio, se logró el contacto con un oftalmólogo, Raúl Sánchez Suárez, quien diagnosticó el problema de Alicia y le ofreció operarla sin costo alguno.

Así, Alicia recuperó parte de la visión, y dos años después, regresó a la cumbre de "don Goyo" desde donde apreció todo el paisaje nevado, las nubes por debajo de ella, el cielo más azul que jamás pudo ver, y la majestuosidad de sentirse en "la cima del mundo".

"Cuando estaba arriba la segunda vez con mi vista mejor, al estar allá arriba, y cuando me dijeron que ya íbamos a bajar, me asomé a la parte de abajo y me dio miedo, sentí mucho vértigo y me tuvieron que bajar atada a una cuerda, no me animé a...

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