Sobreaviso/ La alternancia absurda

AutorRené Delgado

Si alguna alternancia se vive estos días, es la alternancia del absurdo. Un error alterna con otro.

Si un error económico colapsó el proyecto político de Ernesto Zedillo, un error político colapsa ahora el proyecto económico de Vicente Fox. Si el error de diciembre descarriló el esfuerzo político del sexenio zedillista, ahora el error de julio descarrila el esfuerzo económico del sexenio foxista. Y, en medio de esa alternancia, está el país.

La alternancia de errores y no de aciertos marca el rumbo de la nación. Un rumbo que no logra fijar su puerto de destino porque, en la lógica de anteponer lo urgente a lo importante, la prioridad no es llegar a ese puerto sino simplemente sortear la tormenta en turno.

Y eso es no tener rumbo. Es navegar o gobernar a la deriva. Es alternar los errores, afectados no por el poder sino por el no poder.

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Lo ocurrido durante el zedillismo y lo que está ocurriendo con el foxismo tiene por denominador un problema de fondo, frente al cual poco importa quién alterne en la Presidencia de la República.

Es un problema de gobernabilidad que rebasa con mucho la bandería partidista a la que pertenezca el Jefe del Ejecutivo. Y si ese problema no se atiende en serio, con los sacrificios que supone para la élite política, la única alternancia posible será la alternancia de los errores, el ejercicio del no poder, el gobernar a la deriva, víctima del ritmo de las olas.

Los avisos de que ese problema se agrava son cada vez más evidentes y, mientras se insista en creer que el no poder de un gobierno fortalece la posibilidad de sustituirlo, será repetir una alternancia de errores que, a la postre, va a desatar una crisis de mucho mayor envergadura que, llevada al límite, no dejará espacio ni siquiera para ensayar nuevos errores.

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La alternancia de errores ante la imposibilidad de lograr acuerdos durante el zedillismo fue elocuente, y la herencia que dejó fue el deterioro de la instituciones del Estado.

La falta de confianza en el aparato de procuración de justicia llevó al absurdo de crear fiscalías especiales casi por cada crimen que se presentaba o, peor aún, habiendo creando esas fiscalías, si las conclusiones del titular no provocaban satisfacción, se cambiaba de fiscal y si éste tampoco se satisfacía se daba entrada a comisiones que, casi a voto, sometían las conclusiones. Si las elecciones no convencían, se buscaban arreglos bajo cuerda a costa del voto. Si las asambleas partidistas no resolvían los diferendos...

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