Con alma de rancho

Los productos orgánicos han rondado nuestras mesas por décadas y, con el tiempo, pasaron de ser un lujo a formar parte de la solución para mejorar nuestra alimentación y la condición del planeta. Más que una alternativa, producirlos y consumirlos se ha convertido en una responsabilidad.

La expansión de estas prácticas responde a una necesidad de mejora en los procesos de producción alimentaria, plantea Laurie Drinkwater, especialista en horticultura de la universidad de Cornell, Nueva York.

Según cifras del reporte "Organic Agriculture Worlwide 2017", en el mundo hay 50.9 millones de hectáreas y 2.4 millones de agricultores dedicados al cultivo orgánico. Australia y Argentina son los países con más extensión territorial destinada a este fin, e India, Etiopía y México los países con más productores certificados.

En México existe un Consejo Nacional de Producción Orgánica y un sello establecido por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y coordinado por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Alimentaria (Senasica).

"La producción de cultivos orgánicos conlleva una enorme responsabilidad para los productores mexicanos, pues además de realizarse baja estrictas normas de seguridad alimentaria también deben estar respaldados con una garantía que los avale.

"Para poder comercializarlos deben cumplir con las normas establecidas en la Ley de Productos Orgánicos y ostentar el sello 'Orgánico Sagarpa México'; es una etiqueta de colores verde, azul y amarillo que brinda la certeza de ser un producto de calidad, sanidad y seguridad alimentaria (inocuidad)", explica el portal de la...

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