Más allá del bien y el mal electoral

AutorCiro Murayama

Ciro Murayama

Economista, consejero del Instituto Nacional Electoral

Los cientos de millones de fieles de la única religión politeísta con dioses tangibles que recrean milagros sobre un rectángulo de césped semana a semana, estamos en capilla en espera del acontecimiento supremo que cada cuatro años exige devoción total: la Copa del Mundo.

Un Mundial de futbol -ese evento con el que, de acuerdo con el poeta Luis Miguel Aguilar, debemos medir nuestro tiempo vital- genera ingentes cantidades de dinero en el orbe, multiplica sus imágenes por todos los conductos de la revolución de las telecomunicaciones, produce adhesiones masivas, afianza o lesiona identidades, es motivo de festejo o duelo en los cinco continentes. Un Mundial y sus resultados, en suma, no son indiferentes para los estados de ánimo colectivos en amplias franjas de la población de las naciones en liza -e incluso de aquellas que por eliminación no participan-, mas me temo que los triunfos o fracasos futbolísticos de un país poco tienen que ver con la situación política del mismo ni influyen en resultado electoral alguno.

Mi aseveración anterior no excluye que no existan casos, bien documentados, en los que el futbol ha intentado usarse como herramienta para ganar legitimidad política -al fin la idea de ofrecer circo a falta de pan es más vieja que el mismo balompié- o que el futbol no haya tenido en ciertos momentos alguna repercusión o significado político: desde ser pretexto para guerras, para partidos amistosos entre naciones o facciones enfrentadas bélicamente, para promover la interculturalidad -o en su opuesto, para dar rienda suelta a expresiones racistas y xenófobas-, ni implica que el mundo del futbol sea ajeno a los problemas que corroen a las sociedades de nuestro tiempo, como el poder corruptor del dinero.

A continuación, ofrezco un puñado de recuentos futboleros inmersos en su respectivo entorno político para sostener mi hipótesis de que, por aficionados que seamos a la infelicidad (Rafael Pérez Gay, dixit) como seguidores de la Selección Nacional, ello poco tiene que ver con el sentido del sufragio.

APERTURA DEMOCRÁTICA Y FRACASO FUTBOLÍSTICO

Casi una década después del 68, en 1977 había comenzado la reforma política que abrió las compuertas al torrente de cambios que terminó por desplazar el régimen de partido hegemónico que nació en la postrevolución mexicana. Antes, en 1976, un solo candidato registrado a la Presidencia se había hecho con el 100 por ciento de los votos válidos. El sistema electoral era ajeno a la política real: la unanimidad formal...

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