Alimentan la resiliencia

AutorNayeli Estrada

Con la vista en el horizonte, atentas al rugido de La Bestia, Las Patronas desafían aquella imponente estructura de acero, listas para regalar esperanza, comida que alimente cuerpos y almas.

El 14 de febrero se cumplieron 28 años de que Bernarda y Rosa dieran un giro no sólo a la vida familiar de los Romero Vázquez sino a la de su comunidad. Entre vías ferroviarias, con pan y un par de cajas de leche comenzó a tejerse una iniciativa de resiliencia y solidaridad.

Un grupo de mujeres de la zona central montañosa de Guadalupe (La Patrona), Veracruz, entrelazarían entonces su propósito a los migrantes centroamericanos que galopan La Bestia en busca de un mejor futuro.

"Mis hermanas salieron por pan y leche para el desayuno, cuando venían de regreso se toparon con el tren, el maquinista por alguna razón bajó mucho la velocidad. Los migrantes se asomaron, les dijeron que tenían hambre, que les regalaran su pan, ellas les dieron todo sin dudar", detalla Norma Romero, coordinadora del grupo.

Leonila Vázquez madre de 12 hijos, ha dedicado 28 de sus 88 años a alimentar migrantes. Al enterarse de lo acontecido con sus hijas comenzó inmediatamente a planear la primera entrega de comida para el día siguiente.

"Hasta ese día, pensábamos que en el tren iban jóvenes mexicanos que se subían porque era un transporte que nadie les cobraba. Cuando nos dimos cuenta de que eran migrantes y tenían hambre, empezamos a organizarnos con 30 porciones de comida, en ese entonces la canasta básica era barata, comprábamos huevito, frijolitos y arroz, ese día hicimos 30 lonches", recuerda Norma.

Desde aquella primera jornada en que decidieron enfrentarse a La Bestia en medio de las montañas del centro de Veracruz, la gratitud cobró un nuevo significado para Las Patronas.

"Cuando nos decían: 'gracias, madre, que Dios te bendiga', sentimos algo que desconocíamos. Mucha gente nos veía y parecía que ni existíamos, en cambio los migrantes, cuando salimos a dar de comer, nos daban un abrazo con el alma".

INGENIO Y DULZURA

Su historia y sostén se cuentan entre cañas de azúcar que susurran al son del viento, desde la tierra hasta el ingenio azucarero.

"Mi madre siempre ha sido mujer de campo dedicada a la caña, ella me enseñó el trabajo de campo. Somos una cadena de ayuda, desde cortadores, alzadoras, choferes hasta empresarios y obreros en los ingenios. Yo le digo a mis compañeras que le echen ganas porque de ahí comen nuestras familias.

"Empezamos a cocinar con nuestro dinero...

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