Alice Munro: Nobel de Literatura 2013

AutorSandra Lorenzano
  1. Imágenes del álbum familiar

    Imagen 1. 1937: Una niña rubiecita y menuda da vueltas en círculo en el patio de su casa. Acaba de leer La sirenita, de Hans Christian Andersen, y se siente decepcionada. El final de la historia no es el que esperaba. El autor la ha traicionado. En una de las vueltas encuentra la solución: creará un nuevo final; la princesa se quedará con el príncipe. Muchos años después, la mujer que fuera esa niña contará esta anécdota entre risas y dirá que marca el comienzo de su carrera como escritora.

    Imagen 2. 1961: Una mujer de 30 años decide transformar el cuarto de planchado de la casa familiar en un espacio para escribir. Escribe cuentos mientras su hija duerme la siesta. También una novela: La vida de las mujeres (algo parece saber de eso). Vendrán dos hijas más y decenas de cuentos. Siempre le parecerán preparativos para la GRAN novela. Pero no. No hay gran novela sino una prosa aguda, límpida, emotiva, profunda, con la que construye algunos de los mejores cuentos contemporáneos de la lengua inglesa.

    Imagen 3. 2006: Una mujer de cerca de 80 años publica un libro entrañable, íntimo y melancólico como homenaje a sus padres y abuelos migrantes (La vista desde Castle Rock) y, sin demasiados aspavientos -lo suyo nunca será el escándalo: es hija de estrictos presbiterianos-, anuncia que se retira, que deja de escribir. Tres años después aparece un libro de cuentos que desmiente este anuncio (Demasiada felicidad): "Ya no sirvo para una vida normal: he escrito tantos años que no sé hacer nada más".

  2. De apuestas y desencuentros

    No me gusta el juego. Aclaro: no me gustan los juegos de azar. Mi abuelo materno era un jugador empedernido -amén de un estupendo chelista, pero eso ahora no importa- de esos que pierden cada tanto el sueldo, la casa y la familia. Por eso, y a pesar del inmenso amor de Electrita que mi madre le tenía, nos educó odiando los juegos de azar. Para que me entiendan: ni siquiera podíamos decir la tan frecuente frase entre niños "Te apuesto que...", porque mi madre nos fulminaba con una de esas miradas que sólo los hijos sabemos descifrar y que nos controlan sin palabras. Como consecuencia de la pasión del abuelo, yo no compro ni siquiera billetes de lotería y debo ser una de las pocas personas en este País que jamás ha jugado al Melate.

    Por obediente y disciplinada quizá me he perdido la oportunidad de volverme millonaria. Nunca lo sabré.

    Esta introducción personal es para explicarles que me resulta casi...

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