Alguien El Octavo Pasajero / Higiene

Es sabido que las instalaciones del Metro no son de los más limpias, nadie espera encontrar un vagón sin basura, sin el piso pegajoso, sin un chicle embarrado en las paredes, a eso nos hemos acostumbrado.

A muchos nos dan asco algunas cosas, pero al final no nos queda más que la resignación.

Porque lo que ocurrió ese día sí llamó la atención. Fue una mujer, de más de 40 años que abordó la estación Centro Médico.

No lo interpreten mal, no es extraño que una mujer se suba al Metro, pero esa mujer sí lo era: usaba cubre bocas, gorro de enfermera y guantes de plástico, no de látex, de plástico como los que utilizan las encargadas de los departamentos de salchichonería.

Dado que estábamos en Centro Médico, cualquiera podía pensar que era una enfermera a la que le agarraron las prisas por salir, pero que una vez abordado el tren se quitaría todos esos artefactos, pero no, todo lo contrario, se ajustó bien los guantes antes de tocar los tubos para detenerse, ya que el vagón iba a reventar.

Además, ya viéndola bien, no llevaba ropa de enfermera, y más bien miraba con expresión de asco a todo, y todos, cuanto la rodeaba.

Si ustedes, queridos lectores, son viajeros frecuentes del Metro sabrán lo difícil que es evitar el contacto humano con los otros pasajeros, sobre todo en horas pico, pero esta mujer, en su afán higiénico, se las arregló para evitar que otro ser la rozara siquiera.

Con gesto de manifiesta repulsión, la dama viajaba con la nariz levantada, su mano enguantada sobre un tubo y su boca cubierta con tela azul.

Un niño, de alrededor de seis años la miró, y jalando a su madre de la falda le preguntó en un tono de voz bastante elevado:

"Mami, mami, ¿qué...

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