Luis Alfredo Pérez Salazar / Imágenes de guerra

AutorLuis Alfredo Pérez Salazar

La pésima imagen de la sociedad iraquí que han transmitido los días de saqueos, en vivo y en directo gracias a CNN y Fox News, les viene de perlas a los dirigentes norteamericanos.

Rumsfeld, con el cinismo que lo caracteriza y que lo está convirtiendo en un personaje tristemente memorable, calificó tales actos como "normales", dentro de "la transición de un régimen policial a una situación de libertad". Sus palabras poseen el trasfondo constante de la perspectiva que se empeña en vender: la labor e interés norteamericana ha sido liberar al pueblo iraquí.

Pero vayamos más allá. "No disculpo esos actos, pero los comprendo", continuó Rumsfeld. Por supuesto que los comprende, faltaba más. Que el mando norteamericano permitiera tan espeluznantes destrozos y saqueos no es, ni mucho menos, gratuito.

La sensación que dejó mirar a iraquíes harapientos arrasando con floreros, candelabros, grifos de oro, sillones y comida fue de horror, desde el "que alguien pare a esos muertos de hambre" hasta el "¿qué clase de incivilizados son, que destrozan todo?", pasando por "menuda sociedad, repleta de animales".

Todas ellas excelentes reacciones para la puesta en escena norteamericana: no sólo han sido los responsables de poner orden, sino que ahora será más difícil sacarlos de ahí. "¿No recuerdan lo que sucede", preguntarán, "si no los vigilamos?" A estos bárbaros no se les puede dejar solos".

Aislamiento

Resulta impresionante comprobar el estado de aislamiento en que viven los ciudadanos norteamericanos. El cerco mediático y la labor desinformativa han surtido efecto: más de 7 de cada 10 respaldan el comportamiento de su Presidente en el conflicto, y están convencidos de que la guerra es una causa justa.

A sus pantallas no han llegado imágenes de niños mutilados y cadáveres reventados. Difícilmente escucharán la versión del soldado que contó cientos de cuerpos tirados en las cunetas durante el trayecto de Kuwait a Bagdad, ni el testimonio del que no quiere volver jamás a la guerra, pues no era como la imaginaba, sino inconmensurablemente espantosa.

Entre lo mucho (o lo poco) que el tele-espectador norteamericano vio se encuentran las imágenes de la estatua de Saddam Hussein, en el centro de Bagdad, cayendo. Lo que escuchó en esos momentos fue el ridículo reporte de un periodista norteamericano empotrado en una unidad militar, que hablaba del "pueblo iraquí" agrupado en torno al derruido símbolo, saludando a sus salvadores y celebrando la caída del régimen.

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