Alexandro Pérez Nava/ Pobre legislación la nuestra

AutorAlexandro Pérez Nava

Hace un par de años, tuve la oportunidad de apoyar a un diputado local en el occidente de nuestro país, con asesoría técnica relacionada al análisis de los problemas de agua potable y saneamiento de la entidad.

Por aquellos días, mi jefe (presidente de la comisión para la planeación del desarrollo del Estado) se encontraba tratando de defender la iniciativa de ley que proponía dos grandes proyectos los cuales pretendían dotar de más agua a la ciudad, asegurando el abasto por varios años, además de sanear las aguas residuales. Yo era miembro de una unidad de análisis económico y social de proyectos, la cual era considerada como la cueva de un grupo de tecnócratas muy jóvenes provenientes de las aulas.

Mi labor consistía en asesorar al señor diputado en cuestiones técnicas, como por ejemplo la estructura de la tarifa y su relación con el consumo de agua, la aplicación de la ley de oferta y demanda al problema del agua potable, el concepto de costo marginal social como base para construir una tarifa socialmente óptima, así como también los principios económicos que se aplican al tratamiento de agua y su particular beneficio a causa de la sustitución de unidades de agua potable.

Vale la pena destacar que no todos los diputados se caracterizaban por buscar ayuda y asistencia técnica, de hecho había algunos muy perdidos, a los cuales les gritaban durante sus participaciones en la sesiones. ¡Andas en el bosque!.

Al principio la labor parecía realmente interesante, pero sobretodo trascendente. Mucho entusiasmo había en mi, al saber que podría aportar a la solución de los problemas de la ciudad proponiendo criterios de eficiencia y equidad en el uso de los recursos públicos.

Parecía una valiosa oportunidad para establecer un marco legal eficiente en el uso y distribución de agua. En realidad ese se consideraba, desde mi particular punto de vista, la parte central de la iniciativa.

Todo este sentimiento se derrumbó al iniciar las sesiones para discutir con los otros partidos y diputados sobre la iniciativa en cuestión.

Ninguno de los ahí convocados utilizó argumentos adecuados, científicos y razonables para analizar la iniciativa y emitir así un juicio consistente.

Pobre legislación, así la califiqué, cuando observé que todo giraba en torno a culparse por todas las irregularidades en el asunto del agua, también recurrieron a los insultos y empujones. Se arrebataron el micrófono, se arremolinaron, y hasta fungieron como enardecedores de los acarreados...

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