Aleph Cero/ Fraudes y errores

AutorShahen Hacyan

Las historias de fraudes científicos son, por fortuna, relativamente raras. No tanto porque los científicos sean seres de ética irreprochable, sino porque todo nuevo descubrimiento tiene que cumplir, para ser aceptado, con la condición básica de ser reproducible en forma independientemente y en forma controlada. En un medio con una competencia feroz, es prácticamente imposible sostener un resultado erróneo por mucho tiempo; aunque sea muy difícil repetir un experimento, a la larga, todo engaño, sea voluntario o involuntario, acaba por salir a flote.

Hace tres años, un grupo de científicos adscritos a un prestigiado laboratorio norteamericano de investigación nuclear anunció que habían logrado producir el elemento químico número 118 de la tabla periódica. Al respecto, recordemos que elementos más pesados que el 92, el uranio, no se encuentran en forma natural porque son inestables; sólo se pueden producir artificialmente y tienen vidas más o menos cortas. El elemento 118 habría sido el más pesado fabricado hasta ahora y su existencia habría tenido particular relevancia, ya que, desde hace tiempo, se sospecha que cerca del 120 los núcleos atómicos podrían ser relativamente estables.

Hace tres años reseñamos en esta columna la fabricación, casi simultánea pero independiente, de los elementos 114 y 118, por lo que conviene contar en qué acabó la historia. La existencia del 114 ha sido confirmada, pero no así la del 118, lo cual ha armado gran revuelo en la comunidad de físicos nucleares, porque podría tratarse de un caso bien documentado de fraude científico.

Los problemas empezaron el año pasado cuando todos los autores del descubrimiento, con la única excepción del líder del grupo, se retractaron públicamente y adujeron errores en sus análisis. Para entonces, otros laboratorios habían repetido el experimento sin encontrar trazas del famoso elemento 118. Ante lo sospechoso de la situación, el laboratorio sede del frustrado descubrimiento, ansioso de no comprometer su gran prestigio, mandó hacer una investigación independiente. La conclusión fue que el investigador principal había "cuchareado" descaradamente los datos. Cosa que él niega, insistiendo en que fue un error de buena fe, pero sus argumentos no han convencido a sus colegas.

Sea lo que fuere, es la primera vez en muchos años en la que se acusa abiertamente a un científico de fraude. Son más comunes los errores de medición, provocados por el deseo...

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