Alejandro Rosas / Las balas y los héroes

AutorAlejandro Rosas

Un solo tiro es suficiente para borrar el pasado, para olvidar los errores y exaltar sin medida los aciertos. Un disparo mortal es suficiente para construir figuras míticas y heroicos paladines, para transformar el mediano talento en genialidad. La gran tragedia de la historia mexicana es haber llevado hasta lo más alto del panteón cívico de la Patria a diversos personajes que murieron arteramente, sin haberlos sometido antes al riguroso examen de sus propias obras.

El mejor ejemplo se encuentra en la Revolución Mexicana. Balas asesinas llevaron a hombres que ya tenían un lugar en la historia -Madero, Carranza, Zapata, Villa, Obregón, entre otros- a un grado de exaltación que ni lejanamente hubieran podido imaginar en vida. El dolor se apoderó de la razón, del juicio y de la crítica. No se les reconoció simplemente por lo que habían hecho en vida, sino por la forma como habían muerto. Frente a la desgracia y el dolor provocado por el asesinato, hombres falibles fueron sustituidos por héroes perfectos. Durante décadas fue impensable -resultaba una afrenta para la patria- señalar a Madero como responsable de su propia caída, a Carranza autorizando la eliminación de sus enemigos, a Villa como un consumado asesino o al cínico de Obregón haciendo prosperar sus haciendas con dinero público.

¿Paladín de la democracia?

Aunque la exaltación desmedida de los personajes parecía propia de la historia oficial -alentada por el régimen priísta durante la mayor parte del siglo 20-, el asesinato de Luis Donaldo Colosio ocurrido hace 10 años constituye el último ejemplo de la facilidad con que pueden construirse mitos de la nada.

Desgraciadamente, el gran mérito de Colosio fue morir asesinado en Lomas Taurinas. No tuvo tiempo para más. Hasta ese funesto 23 de marzo de 1994 no era propiamente un protagonista de la historia; ni siquiera con la candidatura presidencial en sus manos había logrado ganarse un lugar diferente al de muchos otros políticos que pasan la vida en el servicio público sin pena ni gloria.

Ni siquiera el ahora célebre discurso del 6 de marzo -que sería mitificado después del asesinato- logró captar la atención de la opinión pública, por entonces más interesada en el protagonismo de Manuel Camacho Solís y las conversaciones de paz con los zapatistas. Al día siguiente del discurso, algunos titulares simplemente expresaron: "Demanda Colosio imparcialidad al Gobierno" o bien, "'Habrá reformas'...

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