Alejandra Rangel/ Festival del fuego

AutorAlejandra Rangel

Al pensar en un festival para celebrar los últimos días de 1999, surgió la imagen del fuego como uno de los símbolos más importantes de la civilización, por tratarse de un elemento transformador de la naturaleza, capaz de fundir o cambiar las cosas. Bajo esta perspectiva apareció la figura predominante de Prometeo, héroe griego forjador de uno de los mitos de la cultura clásica occidental que en un afán heroico por ayudar a los hombres, criaturas destinadas a la muerte por quienes siente gran compasión, sube al cielo y roba el fuego a los dioses, y con ello, la inteligencia y la memoria de las cosas sagradas y profanas, motivo por el cual es condenado a morir encadenado en una isla frente al mar.

Se dice que los humanos desde el día en el cual recibieron el fuego, no dejaron de aprender, de nombrar los objetos, los días y las noches, y en esa toma de conciencia se volvieron criaturas del tiempo. También se supo que el reclamo de los dioses en contra de Prometeo respondía a la preocupación de por qué darles fuego a criaturas tan insensatas que pronto harían con él pólvora y guerras.

Sin embargo, el fuego fue y sigue siendo símbolo de vida y de civilización. Así lo entendieron nuestras culturas mesoamericanas, cuyas tradiciones se construyeron en torno a él, representado por el sol como astro divino y figura del tiempo. Por ello, cuando planeamos la celebración del Fuego incorporamos también las tradiciones de los antiguos mexicanos, recordando las narraciones del Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, cuando en esos primeros tiempos las noches eran de hielo y los dioses se habían llevado el fuego, hasta que cansados de las súplicas de los hombres lo regresaron a la tierra. Entre los aztecas el siglo se componía de 52 años, y al finalizar ese número de años esperaban la destrucción o renovación de la vida tanto en lo concerniente a la naturaleza como a los hombres. La nueva salida del sol era lo único que les garantizaba la continuidad de su próximo siglo.

Pero, ¿cómo introducir estos principios y tradiciones mesoamericanas y occidentales junto a las nuestras y crear una fiesta en torno al tiempo? Entonces vino el crisol, la olla de vaciado de la antigua Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey...

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