Las alas del deseo / Un poeta en la prensa

AutorAntonio Saborit

Fragmentos apenas significativos de las diversas voces de James Agee (1909-1955) llegaron a nuestra expresión literaria por medio de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, como sólo ellos lo podían ofrecer: en versos inolvidables de No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969) y en el título del epílogo que cierra la primera edición de la Antología de la crónica en México (1979), "Alabemos ahora a los hombres famosos (sobre el nuevo periodismo norteamericano)". Muchos años después, y a cuentagotas, de España empezaron a llegar algunas de las mejores páginas de Agee. Por ejemplo, la crónica de la precaria vida de tres familias de algodoneros en el sur de Estados Unidos a mediados de los novecientos treinta: Elogiemos ahora a los hombres famosos (traducción de Pilar Giralt Gorina, Seix Barral, 1993). Una selección de los Escritos sobre cine (traducción de Núria Pujol i Valls, Paidós, 2004) que Agee publicó en revistas como The Nation y The New Republic. Y lo más reciente: la novela póstuma de Agee, pues se publicó hace ya unos buenos 50 años, Una muerte en la familia (traducción de Carmen Criado Fernández, Alianza Editorial, 2007).

Los intereses y las pasiones del tiempo son capaces de volver inaudibles las palabras de ciertos autores. Y en el caso de Agee el asunto dio comienzo desde la inadvertida religiosidad de su primer libro de poemas, Permit Me Voyage (1934), publicado mientras se ganaba la vida en la revista Fortune y gracias al impulso de Archibald MacLeish. Y, sin embargo, en fechas muy recientes la amplia y dispersa obra de Agee ha merecido una muy atenta recuperación en obras como James Agee Rediscovered. The Journals of Let Us Now Praise Famous Men and Other New Manuscripts (University of Tennessee Press, 2005), Brooklyn Is. Southeast of the Island, Travel Notes (Fordham University Press, 2005), y sobre todo el volumen de setecientas y tantas páginas en la prestigiada Library of America: Film Writing and Selected Journalism (2005).

Agee fue uno de los primeros escritores norteamericanos en aprovechar simultáneamente la rica cultura impresa de su entorno y los beneficios de una educación universitaria. Se crió en el seno de una familia católica (o mejor dicho, anglocatólica, como la definió su condiscípulo en la Universidad de Harvard Robert Fitzgerald), obtuvo sus primeras letras en una escuela de Tennessee, St. Andrew's, y lo mismo apreció y admiró la prosa de Ring Lardner que la de James Joyce, la narrativa de Ernest Hemingway...

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