Alamos, Sonora: La Andalucía mexicana

AutorLuis Romo Cedano

Ninguna razón contundente explica por sí sola el encanto de Alamos, en el sur de Sonora. Ni su ubicación, ni la naturaleza que la enmarca, ni su arquitectura virreinal, ni su estado de conservación, ni la riqueza ya agotada de sus minas. Es más bien la armonía del conjunto lo que hace de ésta una de las ciudades más bellas de México; sin duda, la más bella al norte del Trópico de Cáncer.

Alamos es una ciudad que, aunque es considerada joya colonial, carece de los grandes edificios deslumbrantes del centro y sur del país. Pero, a diferencia de otras, es un lugar en el que se dan cita, sin contrastes violentos, excelentes ejemplares arquitectónicos de cuatro siglos.

El Real de la Purísima Concepción de Alamos fue fundado hacia 1685, tras el descubrimiento de generosas vetas de plata en las serranías de los alrededores. Conforme la ciudad creció, obtuvo algunos títulos: de 1779 a 1799 fue sede de facto de la recién creada diócesis de Sonora y, en los años veinte del siglo siguiente, fue capital del estado de Occidente, que comprendía los actuales territorios de Sonora y Sinaloa. Mantuvo su papel preponderante en la región hasta el Siglo 20 y aún fue escenario de las guerras indias y de algunas batallas de la Intervención Francesa.

De todas sus épocas gloriosas, la ciudad conserva vestigios. Del Siglo 17 y 18 son infinidad de grandes casonas de los primeros mineros. Su templo principal, la Parroquia de la Purísima Concepción, proviene del último tercio del Siglo 18 y fue terminado en 1804. Es una ex catedral espléndida, ancha, sólida que reúne decorados barrocos y líneas neoclásicas. Hay también una Capilla de la Virgen de Zapopan, ejemplar sobresaliente de mediados del Siglo 19 que, extrañamente, sólo está abierto al turista el día 18 de cada mes.

El cementerio, una vieja cárcel y diversas casas decimonónicas, como la que alberga al Museo Costumbrista de Sonora, amplían el patrimonio arquitectónico del poblado. De la época porfiriana, queda el Palacio Municipal, inaugurado el 5 de mayo de 1899, uno de los pocos edificios alamenses de más de un piso. También está, en el centro de la Plaza de Armas, un simpático kiosco de hierro labrado traído de Mazatlán en 1904.

En esta colección, como decimos, no hay nada comparable a lo del sur. Los mineros de acá no erigieron los grandes templos churriguerescos que admiramos en Taxco o Zacatecas y tampoco están presentes las casas señoriales de las grandes urbes novo hispanas. ¿Qué es entonces lo que atrae...

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