'Ahora eres un monstruo, tienes que volver conmigo'

(Material transmitido por el Servicio Sindicado el pasado 12 de enero)José Meléndez, corresponsalSAN JOSÉ, Costa Rica, enero 18 (EL UNIVERSAL).- Al final de la madrugada del sábado 30 de junio de 2007, en una casa de un barrio de Bogotá, Viviana Hernández Soto comenzó a ser maquillada por una hermana. De pronto, y sin que nadie le invitara, Jaime Hernando Parra, excompañero sentimental de Viviana, entró la vivienda y se acercó a las dos mujeres.

Parra miró a Viviana, se dirigió a la hermana y le soltó una advertencia sobre el futuro de la mujer que se acicalaba para irse a trabajar: "¡Tan bonita que está y cómo va a quedar!".

Ninguna prestó mayor atención a un comentario que sospechosamente dejó entrever los planes de Parra y que, sólo unos minutos después, en una calle de la capital colombiana, se hizo realidad y cambió para siempre la vida de Viviana, quien tenía 23 años y hacía unos siete meses se había separado de Parra.

Desesperado por reconquistarla, Parra la acosó sin éxito durante un mes y contrató a una mujer que, a cambio de dinero, lanzó ácido sulfúrico con soda cáustica al rostro y al cuerpo de Viviana, aquella misma mañana cerca de las 6:30 horas en una estación bogotana de autobuses, en un hecho que estremeció a gran parte de Colombia.

Originaria de Neiva, capital del surcentral departamento (estado) colombiano de Huila, contadora pública de profesión y trabajadora de una compañía de Bogotá, Viviana fue llevada a dos centros de salud y empezó a transitar ese día fatal por un calvario sin fin, con apoyo de los tres hijos que procreó con el hombre que planeó el ataque.

Postrada en una cama de hospital en Bogotá luego de sufrir la agresión en el rostro, el pecho y una mano, y perder el ojo izquierdo, con severos dolores y todavía cubierta de vendas por la violenta arremetida en su contra, Viviana recibió una llamada de Parra a su teléfono celular en el segundo hospital.

"Yo no podía ver, porque a mí me vendaron toda la cara por las afectaciones en la vista y perdí el ojo izquierdo. Estaba pendiente de injertos en los cuatro párpados. No podía ver por la inflamación", recuerda Viviana, ahora de 36 años, durante una entrevista con EL UNIVERSAL.

"Ocho días después, [Parra] me llamó, porque lo único que podía hacer era contestar el teléfono, me dijo: ?Ahora sí, como un monstruo, nadie la va a voltear a mirar. Ahora sí tiene que vivir conmigo?. Obviamente me alteré. Estaba muy mal", relata.

"Llamé a los médicos y ellos hicieron una...

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