Ahogado de la risa

Qué sería de la vida sin las ocurrencias de los regiomontanos

Un regiomontano que quería celebrar la graduación en la UANL de su hija regalándole un paseo en avioneta, intentaba negociar con el piloto de la aeronave.

- A ver huerco, ¿cuánto me cobras por dar un paseo de una hora con mi hija en tu avioneta?

- Serían 10 mil pesos, señor --responde el piloto--.

- ¡Qué! ¡Estás pendejo o qué te pasa! Eso es muchísimo dinero, así que olvídate de las recomendaciones que yo te pueda hacer con mis amigos los De La Garza, los Treviño, los Elizondo --amenaza el tipo--.

- Bueno, bueno, a ver, podemos hacer un trato; yo le doy el paseo a usted y a su hija gratis, pero con la única condición de que no diga ni una sola palabra y no emita ni un sólo sonido durante el trayecto y si grita o dice algo, usted me paga el doble, ¿de acuerdo?

- Órale puto, trato hecho.

Se sube a la avioneta y empieza el paseo; el pinche piloto hizo cualquier cantidad de acrobacias muy extremas, inclusive, en una de ellas se elevó más de cinco mil metros algo peligrosísimo al no tener cabina presurizado, y el cabrón dejó ir la nave en caída libre sobre el Cerro de la Silla y ya cuando se iban a estrellar levantó el vuelo. Después de mucho desmadre, el piloto aterrizo y total que el papá regiomontano bajó totalmente guacareado de la avioneta.

- Mi amigo, lo felicito, aguantó usted sin hacer un solo sonido, el viaje es gratis --dice el piloto--.

- Por poco y grito cabrón

- ¿Cuándo?

- Cuando se calló mi hija en el Cerro de la Silla...

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Están dos regios en un billar jugando y después de un par de rondas de chelas y el empate en el juego, uno le...

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