Ahogado de la risa

Para aquellos que ya tienen más dolencias que los más viejos de su casa, aquí les van estos chistes: Están dos veteranos ya jubilados, que se reúnen en el parque de su colonia todos los días para platicar, jugar ajedrez y demás, esta vez el tema de conversación era sobre los achaques y el envejecimiento.

-Mira Artemio -dice uno de los viejitos-, la peor parte se la llevan nuestras mujeres, porque nosotros pues bien que mal ya sabemos que estamos viejos, pero ellas siempre se aferran a la juventud y se niegan a admitir que envejecen.

-Tienes toda la razón Avelino -responde el otro-, pero yo he encontrado un método para demostrarles que están ya viejas y achacosas.

-¿Y cuál es ese método, Artemio?

-Ah, es muy fácil, por ejemplo, si quieres saber si tu esposa está empezando a perder el oído, ponte en un lugar lejano de la casa cuando ella esté en la cocina y hazle una pregunta; cuando veas que no te contesta, acércate a un punto neutro entre la primera distancia y la cocina; si no te responde te acercas a un par de metros y si no te responde, pues ya te le acercas por completo y le cuentas que lo que hiciste y ya no le quedará más remedio que aceptar que se está quedando sorda.

Con un buen de ganas de exhibir a su esposa, Avelino se va a su casa, entra sin decir nada, se va al lugar más apartado de la casa y pregunta en voz alta:

-Cariñito, ¿qué hay de cenar? -pregunta Avelino sin recibir respuesta.

Entonces se acerca a la mitad de distancia y de nuevo pregunta:

-Amorcito, ¿qué hay de cenar? -y otra vez no hay respuesta.

Al ver esto el viejito, una vez más se acerca y esta vez a dos metros, tal como se lo dijo su amigo:

-Amada mía, ¿qué vamos a cenar? -y tampoco hay...

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