Ahogado de la risa

AutorPez Globo

Ningún hombre es tan feo a la hora de pagar las cuentas.

Voy a contarles la historia de Ruperto, el hombre más feo que conozco.

Cuando nació, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a su padre, "hicimos lo que pudimos para retenerlo, pero salió".

Su mamá no sabía si quedarse con él o con la placenta.

Como era prematuro, lo metieron en una incubadora... ¡pero con vidrios polarizados! para que no asustará a las enfermeras y a los otros bebés.

Su madre nunca le dio el pecho porque decía que sólo lo quería como amigo. Así que en vez de darle el pecho, le daba la espalda.

Ruperto siempre fue muy peludo. A su mamá siempre le preguntaban los niños de la escuela "Señora, a su hijo, ¿lo parió o lo tejió?".

Su papá llevaba en su cartera la foto del niño que ya venía en la cartera cuando la compró, porque al suyo era imposible que le tomaran una foto... ¡siempre se rompían las cámaras!

Una vez se perdió a los 5 años, le preguntó a un policía si creía que iba a encontrar a sus padres y éste le contestó: "no lo sé, hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido".

Y para colmo, además de gacho, era muy flaco, tan flaco que un día metió los dedos en el enchufe y la electricidad erró la patada.

Era realmente flaco, para hacer sombra tenía que pasar dos veces por el mismo lugar.

Ni su perro Canito quería jugar con él , sus padres tenían que atarle un trozo de carne al cuello para que el perro jugara.

Decepcionado, Ruperto pensó que jamás encontraría el amor en su vida hasta que se ganó el Melate y conoció a mi hermana.

··...

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