Ahogado de la risa

El calor de estos días no sólo ataranta a los capitalinos, también a uno que otro animalito. Chequen si no.

Estaban todos los animales de la selva en un fiestorrononón que había organizado el león, de esos que terminan tempranito, como a las 7:30 de la mañana... ¡pero del otro día!

De pronto se dan cuenta que se terminó el licor. Todos discutían para saber a quién mandar a la tienda a que comprara más, hasta que le preguntaron a la tortuga si quería ir y ella aceptó encantada.

Está bien, yo voy, dijo con un tono así de aletargado como el de El Peje.

Pasó el tiempo y los animales siguieron bailando, cuando vieron el reloj y ya había pasado una hora desde que habían mandado a la tortuguita y empezaron a comentar entre ellos mismos:

-Yo no sé a quién se le ocurrió mandar a esa tortuga por el chupe, si ella es muy lenta.

- Hubiera ido yo, decía otro.

Y así, todos se quejaban de la tortuga. Cuando de repente aparece la tortuguita y los escuchó murmurando y les dice:

Con que hablando de mí, ¿no?, ¡pues ahora no voy!

····

Érase una vez que estaba la familia Oso Babas -qué quieren, así se llamaban y hasta es la misma que la de la historia de Ricitos de Oro-.

El papá Oso, pasó al comedor, pues ya le rugían las tripas de hambre, y encontró que no tenía comida en su plato, por lo que gritó furioso:

-¿Quién se comió mi comida?-, y es de entenderse, pues ya estaban ciscados con la Ricitos.

Después llega el hijo Oso y también se encuentra que no tiene comida y grita furioso:

¿Quién se comió mi comida?

Al oír los gritos, mamá Oso salió de la cocina enojada y les dijo:

¡Ah, cómo serán Babas..., todavía no les he servido!

····

En una...

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