Ahogado de la Risa

La persona que mandó este chiste seguramente arderá en el infierno por irrespetuosa, pero en fin...

El capitán de cierto navío estaba más que enojado al ver que su cubierta estaba llena del esperma de los marineros que se masturbaban en cualquier lado.

Echó un ojo alrededor y confirmó que los hombres de mar no tenían el menor problema para satisfacer sus instintos a la hora y lugar que fuera.

Unos lo hacían desde el mástil, otros en la proa, a la DiCaprio, otros más a babor y otros en estribor. El resto en la popa (noten los conocimientos marítimos del autor de esta columna).

Un día, el capitán tomó la decisión de prohibir la puñeta aleatoria y ordenó que todos los marineros deberían saciar su angustia en un barril que dejaría a la mitad de la cubierta y, después de lleno, sería sellado y arrojado al mar.

Pasan un par de horas y el primer tonel estaba listo para sellarse y lanzarse al mar. Ahí acaba esa historia.

Mucho tiempo después, un equipo de científicos, sacerdotes y teólogos fueron designados para esclarecer un misterio: en un convento ubicado en una aislada isla, donde vivían enclaustradas cientos de monjas, donde no había ningún contacto con el mundo exterior, donde estaba prohibido el acceso a los hombres... casi todas las religiosas estaban embarazadas.

Ya en la isla, los científicos interrogan a la Madre Superiora.

- ¿Hace cuántos años que no entra un hombre, aparte de nosotros, a la isla?

- Hace ya cuatro décadas, señores-, respondió la Madre.

Los científicos continuaron el interrogatorio...

- ¿Hubo algún hecho extraño, que les llamara la atención, en los...

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