Ahogado de la risa

Un apostador empedernido estaba en el hipódromo cuando vio que un cura entraba al área de establos con uno de los propietarios y bendecía a uno de los caballos. En la carrera siguiente el caballo llegó en primer lugar.

Intrigado, comenzó a observar que esto se repetía con frecuencia, así que decidió arriesgar todos sus ahorros. Al día siguiente siguió los movimientos del cura y apostó todo al caballo que acababa de visitar.

Llegó la carrera esperada y el caballo elegido no sólo perdió, sino que llegó en último lugar, mucho muy lejos de los demás.

Terriblemente acongojado, el apostador buscó al cura y le rogó que le dijera que es lo que había salido mal.

El sacerdote suspiró, y dijo:

- Ése es el problema por no saber distinguir entre una bendición... ¡y una extremaunción!

Para reunir dinero y reparar la parroquia, el cura Melcacho decide hacer uso de su buen paladar como catador de vinos, apostando:

- Mmmm... vino del Rin, cosecha 1974, de buen cuerpo.

- ¡Ooohh!-, exclaman los presentes.

Boquiabiertos y apantallados, esperan a que el clérigo pruebe la segunda copa:

- Cabernet 8 años, de California.

- ¡Ooohh!

- Espléndido vino blanco, barrica de encino.

- ¡Aahhh!

Como le ha atinado a todos, el apostador que no le gusta perder pretende hacerle trampa:

- ¡Ándale, mi amor, orínate aquí y no la tires!-, le dice a su esposa.

- Entonces le llenan otra y se la dan al cura a probar:

- Mmmm... rubia, 30 años... 90, 60, 90... ¡Graciela! ¿por qué ya no has ido a la parroquia?

Un día en clases de educación para la salud...

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