Ahí viene la coloreteada

MÉXICO, D.F., septiembre 19 (EL UNIVERSAL).- Es oficial: México es un país donde innumerables capas de rímel y demás productos cosméticos han pigmentado el genoma nacional hasta convertirlo en una máscara ritual.

Hay dos pecados capitales en materia de coquetería femenina: falta de misterio y andar por ahí con cara de muerto fresco, sin ni siquiera unas tristes chapitas. No, no hay perdón de Dios, excepto si tienes un rostro perfecto, una piel de bebé y la madre naturaleza -confabulada con una herencia genética privilegiada-te bendijo con dones sobrenaturales que te permiten ir de aquí para allá sin gota de maquillaje. Y eso no es algo muy común...

El maquillaje es poder, eso lo sabemos todos, y en la batalla cotidiana por darle la vuelta a la dura realidad, necesitamos sentirnos poderosos, aunque ese poder sea un antifaz quitapón que, al final de la jornada, se retira con Crema ‘S' de Pond's. Pero eso es lo de menos, lo importante es que, mientras estamos ante los demás, hay labios carnosos y coloradísimos, pómulos de escándalo y pestañas que harían parecer las patas de una tarántula como simples hilitos.

El rito mañanero del maquillaje forma parte del paisaje urbano. Cada mañana, vemos mujeres maquillándose camino a sus empleos, escuelas o citas amorosas.¿Cuál es el escenario obligado para darse la tan necesaria "manita de gato"? El Metro, obviamente. "El Metro es la ciudad, y donde se escenifica el sentido de la ciudad, con su menú de rasgos característicos: humor callado o estruendoso, fastidio docilizado, silencio que es afán de comunicarse telepáticamente con uno mismo, tolerancia un tanto a fuerzas y contigüidad extrema que amortigua los pensamientos libidinosos", escribe Carlos Monsiváis en su libro "Los rituales del caos".

Y en medio de todo eso, ¡nomás faltaba!, las damitas hacen lo suyo: ponerse guapas.

Con una habilidad que dejaría a Tom Pecheux, uno de los maquillistas más prestigiados del planeta, con el ojo cuadrado, proceden a impartir una cátedra de destreza que conjuga la precisión del cirujano y la rapidez del trueno. Espejo en mano, sin descuidar ni un segundo el bolso (rateros hay por doquier), proceden a:

  1. Desenfundar la polvera, es decir, ese clásico de la cultura pop azteca: Angel Face de Pond's. Por consejo de Alfredo Palacios, el color del polvo compacto debe ser uno o dos tonos más claro que la piel (¿?). Las más entendidas en la materia, antes de polvear su rostro en un tiempo récord no mayor a los dos minutos...

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