Agustín Basave Benítez/ El colegio electoral de EU

AutorAgustín Basave Benítez

El estremecimiento de la sociedad norteamericana por su fallida elección presidencial no ha llegado al grado de poner a su sistema electoral en peligro de muerte. Las críticas al método de votación indirecta que emplean, en el que los ciudadanos no eligen directamente al Presidente sino a un grupo de electores que a su vez deciden cuál de los candidatos es el ganador, no han sido de tal magnitud que presagien una enmienda constitucional en ese rubro. Todo parece indicar que el establishment político de Estados Unidos está razonablemente conforme con su colegio electoral, a pesar de los pesares. No hay indicios de que consideren como una razón determinante para eliminarlo el riesgo de que resulte triunfador quien no obtuvo la mayoría de los votos populares. El cuestionamiento a la legitimidad o al menos al mandato de un Jefe de Estado electo en esas condiciones, aparentemente, no constituye para ellos un costo tan alto como el de reformar su Constitución y/o de afrontar los comicios presidenciales sin la criba de ese órgano colegiado.

Ya sabemos que las reglas para las elecciones estadounidenses son fruto de una negociación. Entre los founding fathers de ese país había una discrepancia respecto a la forma en que debían elegir a su Presidente: unos querían que fuera la ciudadanía la que votara directamente por los candidatos y otros que fuera el Congreso el que escogiera a quien encabezaría el Poder Ejecutivo Federal (así de cerca rondó el parlamentarismo en la fundación del campeón del régimen presidencial). El resultado fue la invención del colegio electoral, una instancia intermedia que asigna a cada estado un número de electores proporcional a su población y, supuestamente, da al candidato que obtiene el mayor número de sufragios ciudadanos en una entidad federativa la totalidad de los votos electorales que le corresponden a esa entidad. Pero en el "supuestamente" está el detalle. Porque en la mayoría de los estados no existe una disposición legal que obligue a los delegados al colegio electoral a votar por el candidato que ganó en las urnas, y en los demás no hay una sanción significativa para quien sufrague por otro.

No podría ser de otra manera. Si hubiera un mandato de ley para que todos los votos electorales fueran automáticamente sumados a la cuenta de quien cosechó más votos populares, la existencia del colegio electoral no tendría sentido. La creación de ese órgano colegiado, como la de muchos otros instrumentos de la democracia...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR