Sergio Aguayo Quezada / Historia de un Libro: La noche de Tlatelolco

AutorSergio Aguayo Quezada

Hace 33 años apareció un libro fundamental en la deslegitimación de la violencia política. Ahora que crecen los síntomas de la polarización -preámbulo de los desgarramientos- es útil repensar y releer las lecciones de La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska.

Seguimos teniendo huecos informativos; desconocemos cuáles han sido los libros más leídos de México. De existir cifras confiables, La Noche de Tlatelolco seguramente ocuparía el primer lugar en la categoría de trabajos políticos. Su autora estima que se han vendido más de 500 mil ejemplares sin contar las ediciones piratas que la "halagan y llenan de felicidad" porque significa que hay interés por su obra. La importancia tiene otras formas para expresarse.

Es apasionante averiguar la forma como germinan los libros porque, independientemente del tema que aborden, todos tienen una historia. Elena estaba predestinada a escribir esta obra. Pese a que entre sus antepasados hay un rey europeo, siempre orientó parte de sus intereses a explicar el destino de los marginados políticos del México autoritario. Antes del 68 ya había dado voz, entre otros, a los ferrocarrileros que se fueron a la huelga en 1958-59. Resulta lógico que la noche del 2 de octubre, interrumpiera su jornada de ama de casa para recibir a dos mujeres que, aterrorizadas, fueron a contarle lo que habían visto y vivido en la Plaza de las Tres Culturas.

Le hablaron de una matanza que había anegado de sangre y dejado un reguero de zapatos sin dueño en Tlatelolco. "No les creí, no podía creerles -recuerda Elena en entrevista. Lo que me contaban era inverosímil". Tomó entonces la decisión propia de un profesional de la información: verificar a la brevedad posible lo que la fuente le había confiado. "Calculé el tiempo entre las amamantadas de mi hijo y llegué a Tlatelolco como a las cinco de la mañana. Albeaba. Los soldados me dejaron entrar sin ningún problema y corroboré el horror que me habían contado". Si Elena se hubiera tardado unas horas hubiera encontrado una plaza ordenada porque a las 7 de la mañana llegaron las brigadas enviadas por el Departamento del Distrito Federal para limpiar con estropajo y lejía los restos de humanidad destrozada. Imposible saber si ello hubiera afectado la estructura y el tono del libro.

Con los años he constatado que en los países azotados por la represión, la defensa de las víctimas la hacen quienes actúan sin estridencias y motivados por el respeto a la dignidad humana. Elena cae en esa...

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