Agenda Ciudadana/ Experiencia excepcional

AutorLorenzo Meyer

No fue cambio de gobierno sino de régimen

Evidentemente se trató de una experiencia poco común, realmente excepcional, cuya asimilación va a tomar tiempo y que se debe analizar y explicar en el ámbito colectivo -hechos de tal magnitud suelen ocurrir una vez en varias generaciones- aunque, finalmente, se tiene que vivir como algo íntima, profundamente personal. Me refiero, desde luego, al singular hecho político que acaba de tener lugar en México y que nos permitió, como sociedad, dar, por fin, la vuelta a la hoja de nuestra historia del siglo XX. Una historia que se empezó a escribir de manera dramática con el violento nacimiento del régimen de la Revolución Mexicana -cuando los revolucionarios norteños encabezados por Venustiano Carranza convocaron al Congreso Constituyente de 1916-, que se consolidó como sistema autoritario y cuyo final se escribió, sin fuego ni sangre aunque sí con la ordenada concurrencia de multitudes a las urnas, el domingo 2 de julio del 2000. Los votos se contaron bien, uno a uno, y a las 11 de la noche el último líder del régimen que muere -el Presidente- se vio obligado a reconocer el triunfo de la oposición o, para ser más preciso, de una de ellas, la encabezada por un empresario transformado apenas 13 años atrás en político y que pronto se convirtió en un auténtico líder nacional y hábil organizador.

Lo que acabamos de hacer entre ciudadanos, partidos y organizaciones no gubernamentales, fue dar el último paso de un largo caminar y arribar a un sitio sin precedentes en la historia política de nuestro país: al cambio pacífico de régimen. Y no se cambió a un régimen cualquiera, sino de uno particularmente longevo, maquiavélico y que en más de una ocasión no dudó en usar la represión y la ilegalidad para sostenerse. Al obligar a ese viejo y corrupto sistema de poder a reconocer, por primera vez, el triunfo de un candidato presidencial de oposición, los mexicanos logramos no sólo un nuevo gobierno sino algo muchísimo más importante: ¡cambiar la naturaleza profunda de nuestra política! En una horas se transformó el carácter del complejo institucional que regula el ejercicio del poder político en México. Lo que hoy tenemos no son instituciones nuevas, sino algo más importante: la posibilidad de introducir nuevos valores en esas instituciones.

La realidad ficticia y la realidad real

Frente a su imponente forma -un edificio gigantesco construido a lo largo de 71 años- y a pesar de ciertas debilidades aparentes, era posible dudar que el viejo aparato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) pudiera ser derrotado. Apoyándonos en un clásico -en el...

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