Agenda Ciudadana/ Continuidad en la clase política

AutorLorenzo Meyer

La corrupción

Una vieja obra de Fred W. Riggs (Administration in Developing Countries, 1964) sostenía que un tipo de corrupción podía jugar un papel positivo en algunas sociedades subdesarrolladas. El autor sostenía que para ciertas minorías altamente emprendedoras pero sin poder político -como las chinas en varios países de Asia-, la corrupción podía permitirles superar la discriminación a que les sometían las clases dominantes, y jugar un papel dinámico que de otra manera hubiera sido imposible. Claro que Riggs estaba lejos de justificar la corrupción como tal, pues su propia investigación en Asia mostraba que la corrupción arraigada representaba un gran costo social neto.

Peter John Perry, en su geografía de la corrupción (Political Corruption and Political Geography, 1997) presentó una hipótesis más compleja. Según él, mientras en los países desarrollados de Occidente la corrupción política y administrativa es un fenómeno marginal -muy probablemente los casos de Enron, WorldCom, Xerox, Merck más los que vayan apareciendo, obliguen al autor a modificar este supuesto-, en los países del antiguo bloque socialista, con sus economías centralmente planificadas, la corrupción -al menos un tipo de ella- resultó un ingrediente indispensable para el funcionamiento y sostenimiento del sistema. En efecto, y siempre según Perry, si en la antigua URSS todos los responsables de la producción no se hubieran salido de la legalidad, el sistema económico simplemente no habría funcionado y se hubiera colapsado casi desde el principio. Pero como el encargado de una planta industrial soviética obtenía en el mercado negro parte de los insumos que requería y cuando los requería, y por la misma lógica colocaba algunos de sus productos en el mismo mercado informal, el ciclo permitía superar cuellos de botella y cumplir con la meta asignada, de manera que tanto la economía como la carrera del gerente corrupto podían seguir adelante, al menos por un tiempo. En contraste, la corrupción en el "Tercer Mundo", siempre ha sido disfuncional al punto que: "...sin la corrupción, la mayoría de los países del tercer mundo serían más prósperos, y los frutos de esa modesta prosperidad podrían ser distribuidos de manera menos inequitativa, incluso dentro del injusto marco de la actual economía global" (p. 42). Es por ello que organizaciones como la OCDE o el Banco Mundial han diseñado programas para combatir la corrupción pública como un obstáculo al desarrollo e incluso hay convenciones internacionales para desalentar a las empresas multinacionales que usan el soborno como medio para tener contratos en el mundo periférico.

Así pues, al inicio del siglo XXI hay un...

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