Agenda Ciudadana / Cultura política y Constitución

AutorLorenzo Meyer

Aniversario

El mundo oficial celebra un aniversario más de la Constitución que elaboraron los revolucionarios de la facción carrancista reunidos en Querétaro entre fines de 1916 e inicios de 1917, y que se promulgó justamente hace 87 años en un día como hoy. Conviene usar la ocasión para reflexionar sobre nuestra situación en materia de cultura constitucional y democrática, es decir, sobre el Estado de derecho.

Se supone que los mexicanos empezamos a entrar en el interesante mundo constitucional hace ya casi un par de siglos, cuando en 1812 los diputados reunidos en las Cortes en Cádiz, en España, se vieron obligados a incluir a la América española en la aventura que significaba iniciarse entonces en la muy novedosa práctica de sujetar el ejercicio del poder a un marco constitucional. La novedad fue cancelada muy pronto como resultado del retorno del rey Fernando VII, "El Deseado" (?), que no toleraba la idea de verse sujeto a una constitución y menos si ésta era liberal. La Constitución insurgente de Apatzingán de octubre de 1814 -presentada como "Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana"- simplemente murió al nacer entre tanta pena como gloria. Tras la aceptación del Plan de Iguala y de la independencia, se formuló la Constitución de 1824 que recuperó mucho de la esencia del documento de Cádiz. A partir de ese nuevo marco legal y de la coyuntura política -la caída del imperio, la implantación de la república y el afianzamiento de la autonomía ganada por los pueblos y las provincias tras el resquebrajamiento del duro centralismo generado por las necesidades de la guerra civil-, la vieja cultura política colonial mexicana empezó a cambiar. A cambiar, sí, pero no necesariamente en la forma, velocidad y sentido que requería la implantación de la nueva política, supuestamente democrática.

A la constitución de 1824 le siguió el desorden y otra ley fundamental elaborada en 1836 por los partidarios del centralismo: las "Bases y Leyes Constitucionales de la República Mexicana" también llamadas "Siete Leyes", que, entre otras cosas, crearon un cuarto poder: el Supremo Poder Conservador, encargado de vigilar a los tres ya clásicos. El resultado no sería el orden deseado por los conservadores sino nuevas luchas civiles y un nuevo documento fundamental: las "Bases de Organización Política de la República Mexicana" de 1843. Pero como en la realidad ninguna fuerza política nacional tenía la capacidad de imponer su proyecto, lo único medianamente efectivo siguió siendo el liderazgo muy personal del general Antonio López de Santa Anna, pero con esta jefatura de más apariencia que sustancia y en medio de un gran conflicto interno México marchó rumbo a una gran derrota militar en la guerra con...

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