AGENDA CIUDADANA / Las derechas

AutorLorenzo Meyer

David Frum, un analista político y conservador, sostiene que si en su país, Estados Unidos, los líderes y financiadores de la derecha republicana llegaran a concluir que la democracia electoral -un ciudadano, un voto- va a llevar a la pérdida permanente del grado de poder que históricamente han tenido como grupo -el de los dueños del dinero, blancos, partidarios de un gobierno que cobre el mínimo de impuestos y ponga restricciones mínimas al capital y el que no estorbe a la concentración del ingreso ni a los privilegios de clase-, entonces buscarán transformar a Estados Unidos en un sistema donde la mayoría no pueda imponer candidatos que tengan el veto de los conservadores (Trumpocracy: the corruption of the American Republic, N.Y.: Harper Collins, 2018). Por ello, Donald Trump tiene su apoyo. Y si en 2016 el candidato minoritario pudo alcanzar el poder vía la magia del Colegio Electoral, para el futuro buscarán otro.

Desde esta óptica se explica que, pese a que el grupo y los intereses que hoy dominan al Partido Republicano en el país del norte no necesariamente se identifican con el poco elegante estilo de gobernar de Donald Trump, le apoyan. Y es que, pese a ese "estilo brutalista", para la élite conservadora el trumpismo debe ser apoyado, pues ya ha logrado bajar los impuestos, ha quitado restricciones ambientales y se ha empeñado a fondo para desmantelar el "Estado Benefactor". Hoy, la principal preocupación de la dirigencia republicana -derecha dura- es hacer frente al desafío que representan las demandas de los grupos y sectores subordinados, como son muchos de los afroamericanos, los latinos o los obreros blancos desplazados por la globalización. Para los conservadores, Barack Obama es algo que no debió ser y por eso apoyan la campaña desatada en su contra por Trump y minimizan las obvias fallas del actual Presidente. Todo esto, claro, es una hipótesis, pero que es útil al examinar el caso mexicano.

Desde el inicio, los grupos privilegiados de México tuvieron la certeza que la democracia no era el sistema que convenía al país. A Lucas Alamán, por ejemplo, no le cupo duda que sólo las minorías criollas, educadas y empresariales podían llevar con éxito las riendas del poder en un México independiente. Por eso aceptaron pagar el precio de apoyarse en un personaje con tan pocas prendas morales como Santa Anna -una especie de Trump de la época.

A inicios del siglo XX, en 1907, el presidente Porfirio Díaz, "el insustituible", aceptó, por...

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