Agenda Ciudadana / El 20 de noviembre o la nueva insurgencia

AutorLorenzo Meyer

El cambio

La vida cívica mexicana se mantiene refractaria al cambio en algunas de sus características fundamentales -como la corrupción- pero en otras las mudanzas son significativas. Entre estas últimas se encuentran las grandes ceremonias cívicas, de ésas que sirven de signos de identidad. El 20 de noviembre ha experimentado un notable cambio simbólico, y no tanto por la suspensión de viejos desfiles y el surgimiento de nuevos, sino porque dio pie a la celebración de una concentración multitudinaria en el Zócalo capitalino que enmarcó una ceremonia de toma de posesión de un Presidente sui generis, distinto y opuesto al que reconocen la legalidad vigente y los poderes fácticos. La investidura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como "Presidente legítimo" puede ser simplemente una aberración arropada por una multitud. Sin embargo, igual podría ser el inicio de un proceso de importancia significativa que logre inducir y organizar la participación pacífica, pero consciente y sistemática, de grupos numerosos, populares y contestatarios.

¿Por qué el 20 de noviembre?

Algo dice, quizá mucho, sobre la naturaleza del proyecto opositor de AMLO el hacer coincidir el 96 aniversario del estallido de la Revolución Mexicana con el inicio formal de esa peculiar empresa política destinada a confrontar sistemáticamente a la deteriorada legalidad vigente en nombre de una transformación en la naturaleza misma del actual arreglo político e institucional. Según el discurso del "Presidente legítimo", lo que él se propone es encabezar la movilización pacífica de una parte de la sociedad mexicana -básicamente sectores pobres y con un sentimiento más o menos claro de agravio- para ir rehaciendo el entramado institucional de la República hasta llegar a diseñar un nuevo arreglo constitucional. Se parte del supuesto de que el actual ya no es ni legítimo ni menos eficaz para los intereses de esa mitad de los mexicanos que viven en pobreza y que constituyen la gran e injusta base de la pirámide social mexicana.

Después de 1940 la Revolución Mexicana perdió su vitalidad y se volvió una idea-cascarón, es decir, una fórmula sin contenido. Paradójicamente, esa memoria de una Revolución ya muerta hoy tiene el potencial de volver a ser un evento muy relevante para la vida pública. La razón por la cual lo acontecido en México entre 1910 y 1940 puede seguirse tomando como punto de referencia al abordar los grandes temas nacionales es que la Revolución que va de Madero, Zapata...

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