Advierten de secuelas para ex rehenes de FARC

AutorOctavio Pineda

Corresponsal

BOGOTÁ.- Para los cuatro ex congresistas colombianos entregados ayer por la guerrilla de las FARC a una misión humanitaria del Gobierno venezolano, la vuelta a la libertad y el reencuentro con su familia fueron momentos de júbilo.

Pero quienes han sufrido el secuestro en carne propia y familiares de víctimas advierten que el flagelo deja secuelas no siempre fáciles de superar.

"Cuando uno sale del secuestro lo hace con un disco duro clavado en el cerebro, que va dando vueltas y permanentemente, según lo que le suceda a uno en la vida normal, saltan los recuerdos, la gran mayoría dolorosos", expuso a REFORMA Guillermo "La Chiva" Cortés, secuestrado por las FARC entre enero y agosto de 2000.

"Uno está en su casa y de pronto empieza a llover y eso a los millones de habitantes de Bogotá les importa un bledo, pero para uno la experiencia es: 'caray, está lloviendo, qué horror cuando estaba yo caminando por esos barrizales y llovía y yo me sentía tan desamparado, tan cansado, tan enfermo'.

"Y así pasa con todo. De golpe me tropiezo o me resbalo, cosa apenas natural entre la gente, pero no, el disco duro me recuerda: 'acuérdese que usted se tropezaba con las ramas de los árboles', entonces sufre uno un choque complicado", contó.

A la pregunta de cómo superar la amarga experiencia, Cortés cree que hay dos opciones diametralmente opuestas.

"Unos tienden un manto de olvido sobre el secuestro y no dejan que se les toque el tema, es una actitud. La otra es, como yo lo he hecho, todo lo contrario: hacer público en cuanto auditorio haya cómo es eso de terrible", explicó.

El peor tormento, admite Cortés, es para la familia, dada la incertidumbre por la suerte del secuestrado.

"Es increíble, pero sufre menos el secuestrado que la familia, porque uno sabe si está enfermo, cansado, con hambre o no, pero la familia no sabe si uno está vivo, muerto, enfermo, si lo van a soltar o no.

"Eso es absolutamente canalla, y sobre todo es duro e injusto con la humanidad de la familia, más que para el mismo secuestrado", planteó.

Catalina (nombre cambiado por seguridad), una joven de 29 años que a finales de 2006 padeció el secuestro de su padre y su hermano a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) por fines extorsivos, acude a la ironía al hablar de las secuelas que deja el flagelo.

"Necesito una sicóloga, urgente", dijo escuetamente, y lamentó que el ambiente en su casa se trastocara tras el secuestro de un par de meses.

Nada es...

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