Adolfo Aguilar Zinser / Dos preguntas y tres más

AutorAdolfo Aguilar Zinser

En estos tiempos, el estado de ánimo de los mexicanos, cuando menos el de los mejor enterados, es pesimista, falto de esperanzas. Quienes infunden eso son -o somos- principalmente los políticos, en particular, los que gobiernan. La transición electoral del 2000, lograda con gran esfuerzo cívico, hizo renacer en muchos mexicanos la confianza en la política y con ello la fe en los nuevos gobernantes, en su -en nuestra- capacidad y determinación para hacer las transformaciones que la sociedad pedía. Hoy esa esperanza y esa confianza se han esfumado.

Quienes vislumbramos el cambio y nos congregamos en torno a la candidatura presidencial de Fox, lo hicimos convencidos de que al sacar al PRI de Los Pinos sería posible, por definición y con el respaldo de los sociedad, hacer grandes cosas. Esa era, sintéticamente la premisa fundamental del cambio y la convicción de la mayoría de los mexicanos, incluidos muchos priistas. Vicente Fox y sus aliados pensábamos que transformaciones tales como la reforma integral del Estado, la predistribución democrática del poder político, el saneamiento y la reorganización del aparato de seguridad, la reforma laboral, la recuperación de los sindicatos -por citar sólo algunas reformas- no eran dables en tanto el PRI siguiera ocupando y usufructuando la residencia presidencial de Molino del Rey. Su desalojo por mandato electoral era pues la pre-condición del cambio. Ese fue el motivo inmediato de nuestra lucha, el lema de la campaña de Fox: el cambio.

Esa idea estaba impregnada de optimismo e ingenuidad. No obstante, algunos advertían -advertíamos- que por sí solas, como por arte de magia, las elecciones no harían efectivos los cambios. En comparación con lo que vendría después, la campaña presidencial habría de ser un paseo tranquilo y cómodo. Después del 2 de julio, con el triunfo en la mano, el camino se volvería mucho más empinado y peligroso. Nos encontraríamos con los beneficiarios del sistema, a ellos tendríamos que encarar, convencer o derrotar. Cualquier intento de cambio serio, en cualquier área, entrañaba riesgos, costos e incertidumbres, reacciones adversas que no podíamos siquiera prever. Eso, las circunstancias políticas hostiles y ajenas a su control -incluida la composición plural del Congreso- explican, en alguna medida, por qué Fox no ha cumplido sus compromisos. Sin embargo, más allá de ello, lo que ha sucedido es que el cambio simplemente no se ha intentado. Después de algunos escarceos y...

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