Adolfo Aguilar Zinser / Histeria

AutorAdolfo Aguilar Zinser

El destino de la República no se juega por el desafuero de López Obrador. La suerte del país, su infortunio o prosperidad no está en función del desenlace de este incidente político. Las cuestiones fundamentales de las que depende el futuro de México, los fenómenos que inciden sobre la calidad de la vida de los mexicanos, sobre la integridad y la sustentabilidad de esta nación no habrían de cambiar de curso sólo porque el jefe de Gobierno del Distrito Federal sea o no candidato a la Presidencia y gane o no las elecciones. La nación mexicana como la conocemos o la imaginamos sí está en grave riesgo, no por lo que les ocurra a López Obrador, a Fox, al PRD, al PRI o al PAN. Los peligros que México enfrenta son reales y tangibles, inminentes y muy ajenos a las preocupaciones e incluso a la suerte político-electoral de los irresponsables detentadores actuales del poder y de sus retadores. Haya o no desafuero, pise o no López Obrador la cárcel, se mude o no a Los Pinos, el 30 por ciento del territorio nacional seguirá -como lo apuntó esta semana la ONU- en proceso de desertificación, la juventud mexicana continuará emigrando desesperadamente a los Estados Unidos, el Estado mexicano continuará de rodillas frente a Estados Unidos, la educación seguirá postrada en la bancarrota, el crimen organizado seguirá adueñándose de los cuerpos policíacos, la injusticia, el abuso del poder, la impunidad y la tortura -como también lo apuntó la ONU-, el abandono de la niñez, la violencia contra las mujeres, la destrucción de la cultura y tantas otras lacras seguirán siendo norma y no excepción. Cualquiera de quienes por las buenas, las malas o las peores aspiran al poder en el 2006 se encontrará, al obtenerlo, con un sistema político que ya no funciona, con una Presidencia obsoleta e inútil. En vez de pelear a destiempo y desesperadamente por ella, lo que los políticos hoy encaramados debieron hacer o siquiera intentar es la reforma estructural del Estado, indispensable para la reconstrucción política del país y para recobrar la eficacia de las instituciones. En el desafuero se juega el destino personal de algunos políticos, sus ansias de poder y sus ambiciones, no el destino del país. Este es, a menos que algo trascendental hagamos para modificarlo, un triste, desalentador y, en el mejor de los casos, un mediocre destino para México.

La preocupación de los políticos, y la atención obsesiva de los medios de comunicación por el desafuero, nos muestra el abismo...

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