Adolfo Aguilar Zinser/ Las mujeres y la paz

AutorAdolfo Aguilar Zinser

Este jueves fue el día de las Naciones Unidas. Entre las múltiples maneras en las que sería posible medir el desempeño y la relevancia de esta organización y su contribución a la paz, al progreso y a la justicia humana, está la condición de la mujer.

Si hubiera que recurrir a un indicador único conforme al cual ponderar cuánto ha hecho la ONU por la construcción de un mundo civilizado, ese indicador debería ser en mi opinión cuánto ha cambiado la condición de la mujer.

Al identificar el lugar que ellas ocupan, al medir la incidencia de las agresiones en su contra, al valorar su acceso a todos los espacios de la actividad colectiva, deberíamos poder medir también dónde se ubica esa sociedad en materia de justicia, alimentación, salud, educación, empleo, vivienda, bienestar social, paz, estabilidad política, honestidad y transparencia.

La segregación por razones de género ha sido y sigue siendo un impedimento para superar muchos de los atrasos sociales en el mundo. Está plenamente demostrado que en tanto a la mujer se le mantenga sometida y segregada, los esfuerzos que los Estados hagan en educación, salud y alimentación tendrán resultados muy limitados.

Una de las taras más arraigadas en la conducta humana ha sido siempre el trato que los hombres y las sociedades dan a las mujeres. Es en la discriminación y en la violencia contra ellas donde el ser humano expresa sus peores instintos.

Hay que reconocer que en algunas sociedades existen ámbitos de actividad donde las mujeres se desenvuelven en condiciones casi óptimas de igualdad, justicia y respeto a sus derechos. Sin embargo, ésta no es aún la norma. La violencia contra la mujer está presente en todas las colectividades. Ninguna cultura ha superado íntegramente costumbres, actitudes y prácticas discriminatorias por razones de género.

Por más adelantada que esté una sociedad, infinidad de mujeres siguen padeciendo -por el solo hecho de serlo- agresiones, abusos, maltrato y segregación. La violencia ocurre en el seno de las familias, en los sitios de trabajo, en los espacios públicos, en las organizaciones, en los gremios, en las iglesias. En última instancia, la violencia contra las mujeres no se supera con el progreso, ni con el desarrollo, la industrialización o el crecimiento del ingreso.

Las intensas tareas que la ONU lleva a cabo para aplacar y superar todo tipo de conflictos armados ponen constantemente a esta organización frente a sucesos de violencia contra las mujeres, de...

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