Un adiós sin protocolo para José Luis Cuevas

CIUDAD DE MÉXICO, julio 5 (EL UNIVERSAL).- El grito repetido de "¡Bertha, Bertha, Bertha!" se recordará por mucho tiempo en Bellas Artes. Sorprendió a todos cuando la tarde del martes, en medio del homenaje a José Luis Cuevas, se dejó oír; primero fue suave y confuso, y luego lleno de fuerza.

El grito se impuso en medio de la solemne ceremonia para despedir al pintor, dibujante, escultor y escritor que en sus años de pleno humor e irreverencia había bautizado ese Palacio de Mármol como "El Teatro Blanquito". El grito fue un homenaje y recordatorio al Cuevas de los años de La Ruptura, al gran dibujante, al irreverente, original y visionario, al que hizo de sí mismo un personaje, y de su personaje un mito; al que se volvió sinónimo de libertad creativa.

El "¡Bertha, Bertha, Bertha!" fue también un homenaje y abrazo a las hijas del pintor ?María José, Ximena y Mariana? y a su madre ?Bertha Riestra, fallecida en mayo de 2000?; llegó acompañado de un aplauso que se extendió por minutos. Ellas no se guardaron el llanto por ese padre al que no pudieron ver desde 2013; en el suelo quedaron las hojas de las rosas que llevaban y que, nerviosas, destrozaron.

A las 17:00 horas, una hora después de lo anunciado, de las puertas del teatro principal salieron cuatro hombres cargando una caja de madera y vidrio con la urna de cerámica con las cenizas. En el vestíbulo esperaban desde hacía casi una hora algunos viejos amigos del artista ?Fernando González Gortázar, Silvia Lemus, Alfonso Arau, Porfirio Muñoz Ledo, entre otros?, las hijas y amigos e intelectuales ?Juan Villoro, Lorena Wolfer, Marisol Gasé, Rogelio Cuéllar, Itala Schmelz?.

La urna fue instalada sobre una columna y de inmediato entraron a hacer la primera guardia de honor la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; el secretario de Cultura de la ciudad, Eduardo Vázquez Martín; la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Lidia Camacho, quienes todo el tiempo acompañaron a la viuda del artista, Beatriz del Carmen Bazán. A lo largo de la ceremonia, la viuda se mantuvo en silencio; ni siquiera reflejó en su mirada sorpresa alguna ante los gritos que evocaban a la primera esposa del pintor. Para ella hubo abrazos de Lemus y González Gortázar.

"¡Las Cuevas!" y "¡No están solas!" fueron otras de las exclamaciones que amigos del artista y de sus hijas lanzaron cuando ellas pasaron a hacer la segunda guardia de honor. La música del Cuarteto Ramos fue apagada por los aplausos y...

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