Un adiós de arte

AutorAntonio Santos

Quien dijo que las despedidas eran tristes no conocía a Pablo Hermoso de Mendoza.

Y es que el rejoneador navarro, en el adiós de su temporada mexicana ayer en esta ciudad, hizo el toreo que lo ha colocado en la cumbre del rejoneo mundial para cortar dos orejas y compartir el triunfo con el diestro moreliano Fernando Ochoa, quien cosechó la misma cantidad de apéndices.

Sin el lleno que se pronosticaba, pues la Plaza Nuevo Progreso registró tres cuartos de entrada, el caballista alcanzó el triunfo con el segundo de sus dos de Fernando de la Mora, de nombre "Cronista", de 525 kilos.

Con su primero, gracias a que el ruedo no fue regado debidamente, el público, más preocupado por protegerse del polvo que por ver la faena, no le valoró una meritoria labor en el ruedo.

Con su segundo, ya regada la arena, el diestro navarro logró caldear el ambiente, y no precisamente con un toreo para la galería, sino con un quehacer puramente técnico con sus dos caballos estrellas, "Cagancho" y "Chicuelo".

Primero, con "Cagancho", le colocó cuatro banderillas, después de preparar la suerte toreando al burel de un lado a otro del ruedo y haciendo en dos ocasiones la hermosina, pase similar al de trinchera, pero llevando toreado al caballo en la grupa y haciendo un recorte por los adentros.

Luego vino "Chicuelo", con el que colocó también banderillas, sin faltar los giros en la cara del toro después de cada suerte, buscando los aplausos hasta en cuatro ocasiones con esta suerte, con la que tuvo que arriesgar su cabalgadura al máximo.

Finalizó su faena con un estoconazo contrario y algo caído, pero de efectos fulminantes, para que la afición tapatía pidiera las dos orejas que fueron concedidas, entre gritos de "¡rabo!, ¡rabo!", que no se concedió.

Ochoa se llevó el lote más potable de la brava y complicada corrida de San Marcos, para los de a pie, y lo supo aprovechar, especialmente a su primero, al que toreó reposado, relajado y con fino arte, tanto con capote como muleta.

El de Morelia se reencontró con la afición tapatía, que sabiendo de sus alcances artísticos, le esperó durante dos años las faenas que finalmente llegaron ayer.

Ochoa vino de menos a más, en un trasteo que culminó en la recreación y dominio total de su enemigo, salpicado de arte y buen gusto, como en unos cambiados de mano caminándole al astado.

Cuando se volcó sobre el morrillo sabía que iba por las dos orejas y lo hizo con decisión, por derecho, siendo alcanzado por los pitones de su enemigo...

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