La actitud de Zapata tratada en la Cámara de Diputados

AutorGildardo Magaña
Páginas35-58
a agresividad de las fuerzas rebeldes y su inesperada presen-
cia en las inmediaciones de la metrópoli sacudieron a todas
las capas sociales, agitaron a los políticos y alarmaron a los conser -
vadores. Fue enorme la sorpresa por ellos recibida, pues, cuando
creían al zapatismo limitado al vecino Estado del sur y próxi -
mo a desaparecer, vieron que se extendía hasta el mismo Distrito
Federal, evidenciando el fracaso de la campaña de Morelos.
Por lo que refiere al general Zapata, tras del acto de pre-
sencia, regresó a su Estado, en el cual encontró a los suyos vi-
brantes de entusiasmo. En unos cuantos días la situación se
había hecho favorable para los rebeldes, pues ya los federales
no dominaban sino las poblaciones por ellos guarnecidas, que lo
eran la capital y las cabeceras de distrito; el resto de la entidad
estaba en poder de los sublevados.
Considerando los políticos, por su parte, que la actitud
del general Zapata era un asunto de importancia nacional,
lo trataron en la Cámara de Diputados, a iniciativa de los
señores licenciados José María Lozano1y Francisco M. de
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LA ACTITUD DE ZAPATA
TRATADA EN LA CÁMARA
DE DIPUTADOS
L
1José María Lozano (1878-1933). Abogado y político. Fue diputado en la
XXVI Legislatura y formó parte del grupo el “Cuadrilátero” junto con
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Francisco M. de Olaguíbel, Querido Moheno y Nemesio García Naranjo.
Fue secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, y secretario de Comercio
en el régimen de Victoriano Huerta.
2Francisco Modesto de Olaguíbel (1874-1924). Abogado, político, perio-
dista, escritor y académico. Fue diputado de la XXVI Legislatura. Fue parte
del grupo el “Cuadrilátero”, que realizó fuertes críticas al régimen made-
rista y exageró las rebeliones zapatistas.
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EM I L I A N O Z A PA T A Y E L A G R A R I S M O E N M É X I C O
Olaguíbel,2poniéndolo al debate en la sesión del 25 de oc-
tubre de 1911.
Claro está que llovieron sobre la persona del general Zapata
todos los denuestos, insultos y calumnias; pero, examinando lo
que entonces dijeron los intelectuales conservadores, se ve que,
en el fondo, concedieron la razón al luchador more lense, pues
comprendieron que su actitud era el reflejo del anhelo de un
pueblo, en el cual se habían cebado las ambiciones de un grupo
de próceres del porfirismo. Sin embargo, no llegaron a admitir
que, para calmar la inquietud y hacer justicia a la clase campe-
sina, se tocaran las propiedades arrebatadas a las poblaciones para
formar las haciendas, hecho que no sólo había acontecido en
Morelos, sino en casi todas las entidades de la República.
Zapata —dijeron los corifeos de la reacción— es algo más
que un bandido: es el reivindicador, es el libertador del es-
clavo de los campos que ha hecho escuela, ha ganado innu-
merables prosélitos, quizá porque todos creen que tiene razón;
pero... ¡hay que prenderlo, hay que extirparlo!
Veamos lo que expresó uno de los más elocuentes tribunos
del porfirismo, el licenciado José María Lozano, en la tribuna de
la Cámara de Diputados:
Señores diputados:
La proposición que acaba de recibir lectura no necesita, para
su éxi to, de ningún cimiento dialéctico, ni de sutiles disquisicio-
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